Atmósfera enrarecida

(Caminante Wanderer – 24 de agosto 2021) El ambiente, en la Iglesia y en el mundo, está cada vez enrarecido. En los últimos días, los medios italianos —que son los especialistas históricos en la temática— están meneando el tema de la renuncia del Papa Francisco al pontificado, afirman que el cónclave se huele ya en los aires vaticanos y han renovado las dudas acerca de la legitimidad de la renuncia del Papa Benedicto XVI. Si pudiera establecerse la seriedad de tal presunción, provocaría que de ese eventual cónclave  participaran ochenta cardenales inválidos, aquellos nombrados por el inválido Papa Francisco. Un embrollo medieval que nos llevaría, quizás, a tener dos o tres papas. Me auguro que en tal caso, aparezca un Pedro de Luna que reclame su legitimidad desde el épico bastión de Peñíscola.

El enrarecimiento del clima católico no queda en estas cuestiones de la gran política. Hace pocos días el Pontífice aceptó la renuncia del joven obispo de Solsona, Mons. Xavier Novell Gomá , y nadie sabe los motivos. Los medios más conservadores afirman que el motivo fueron ciertas afirmaciones homofóbicas del prelado, y de es manera prueban que Francisco es un hiper-progresista, y los medios progresistas coinciden en que ese fue el motivo, para probar que el Papa es de los suyos. Yo no creo que haya sido ese el motivo. Será otro, que no conocemos, y no sería extraño que no se tratara más que del enésimo capricho pontificio.

Y aparecen también hechos más sutiles y minúsculos que contribuyen al desconcierto y, sobre todo, sacan a la luz el estado de profunda y casi irremontable descomposición en el que se encuentra la Iglesia. Pongo aquí un ejemplo mínimo. Pasé unos días de descanso en Ushuaia que, además de proclamarse con justicia la ciudad más austral del mundo, es una de las más bella e imponentes que tiene Argentina debido a la majestuosidad de las montañas que la circundan y al feerico canal de Beagle que lame sus orillas. Lamentablemente, la Tierra del Fuego como toda la Patagonia, pareciera que recibieron la belleza y majestuosidad de la mano de Dios y que, luego, las abandonó. Es por todos conocido que la vida religiosa y la devoción de los patagónicos es bajísima, o casi inexistente, y que, cuando aparece, corresponde a la línea más modernista que pensarse pueda.

La iglesia de Ushuaia, dedicada a Nuestra Señora de la Merced, está a cargo de los salesianos y al visitarla me llamó la atención lo siguiente: al fondo, en la puerta que da paso a una pequeña sala, aparecen los carteles que ilustran este post. “Sala de la escucha”, que es el nuevo nombre que recibe el confesionario, y una serie de consejos que pareciera que han sido ubicados allí a fin de establecer una suerte de filtro para quienes pretenden ir a ser “escuchados” con minucias que hacen perder el valioso tiempos del sacerdote escuchador: “¿Estás bajoneado? Mirá y escuchá a André Rieu. ¿Te interesa la Biblia? Andá a Ariel Álvarez Valdez. ¿Qué te significa Jesús? Andá a Pagola”. Lamento que el pobre André Rieu haya sido ubicado en tal mala compañía: es cuestión de googlear quiénes son Álvarez Valdez y Pagola.

Es relevante recordar que fue en esa misma iglesia donde hace pocos meses se simuló el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, como dimos cuenta aquí, y el sacerdote responsable sólo mereció una suave advertencia del obispo.

Por las manifestaciones públicas de esta comunidad de salesianos fueguinos, resulta evidente que no creen en el sacramento de la confesión —es apenas una “escucha”, análoga a la que realiza un terapeuta—, no creen en la revelación divina de las Escrituras —nadie que recomiende a Álvarez Valdez puede hacerlo—, no creen en la divinidad de Jesucristo —nadie que recomiende a Pagola puede hacerlo—, y no creen en el sacramento del matrimonio —nadie que “casa” a dos personas del mismo sexo tiene fe en él. Es sensato albergar dudas acerca de su fe en la Eucaristía y en el resto de los sacramentos y verdades de la fe católica. Y lo más notable es que sobre estas cuestiones de tanta  gravedad no hay ningún pronunciamiento, ni episcopal ni pontificio. Los fieles continúan siendo escandalizados y la poca fe católica que queda en poco tiempo se perderá en esa vasta región argentina.

Paralelamente, el famoso “magisterio” pontificio tiene tiempo y voluntad para dedicarse a explicar y señalar a los fieles la conducta que deben observar con respecto a cuestión que caen totalmente fuera de su competencia. En pocas palabras, el “magisterio” se dedica a banalidades y minucias. Como bien lo ha expresado Stefano Fontana, el “magisterio” ha  caído en el ridículo. El Papa Francisco se desentiende de la custodia de la fe del rebaño que le fue confiado, siendo esa la función principal de su cargo, y prefiere instarlos a que se vacunen contra el Covid, inmiscuyéndose en una decisión que es prudencial y que cae totalmente fuera de su función. Como lo he expresado en otras ocasiones, yo sostengo que es necesario vacunarse, no solamente para prevenirse de modo personal del contagio, sino por una cuestión de contribución al bien común, y veo con preocupación la deriva demencial que está tomando la posición anti-vacunas en los medios tradicionalistas. Pero eso no significa que la decisión de vacunarse deje de ser una cuestión libre y prudencial y, consecuentemente, que ni el Papa ni los obispos puedan decir nada al respecto invocando su cargo, y mucho menos la estupidez radical de calificar el vacunarse como un “acto de amor”.

El refrán dice que “No hay mal que por bien no venga”, y creo que en este caso se cumple al detalle. Más aún, sería bueno que el Papa continuará twitteando enseñanzas magisteriales del mismo tono. Será ese el mejor modo de acabar con la patraña del magisterio elevado a “fuente de la revelación”, como siguen sosteniendo algunos, y contribuirá a desenmascarar la ficción del papado romano elaborada en el último siglo y medio, y que tanto daño ha causado a la Iglesia.

A fuer de ser honestos, debo decir, y recordarle al Sr. Fontana, que la intrascendencia del magisterio no es un invento de Bergoglio. Pío XII fue quien inició la moda de hablar, como Sumo Pontífice, de absolutamente de toda cosa conocida o por conocer. Por caso, a los asistentes a un congreso sobre la cerámica les decía en 1954: “A los materiales refractarios, que se utilizan principalmente con fines industriales, se les exige que resistan temperaturas muy elevadas, que tengan un bajo coeficiente de dilatación y que soporten sin fallos la acción mecánica o química de las sustancias con las que entran en contacto. Pensamos en particular en los servicios que prestan como revestimiento de los altos hornos”. Y en 1956, a quienes fueron a un congreso sobre pesticidas, les recordaba: “Los avances de la química orgánica y la fabricación de productos sintéticos permitieron aprovechar la acción fungicida de ciertos compuestos de zinc”. Hay que ser honestos: el disparate y la disolución de la Iglesia viene de lejos; no es patrimonio de Bergoglio, ni  del Vaticano II.

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