En la Parte IV de “El Concilio y el eclipse de Dios”, Don Pietro explica cómo el Concilio ataca la noción misma de Verdad, de qué modo esto constituye la base de todos sus enseñanzas erróneas y cómo la Filosofía de la duda de Descartes permea los documentos del Concilio. F.R.
El Concilio y el eclipse de Dios
Beatissimae Vergini Mariae humillime dedicatum,
Quae cunctas haereses sola interemisti in universo mundo
PARTE IV
LA VERDAD – parte 2

El Concilio afirma que la Iglesia se encuentra en proceso de alcanzar la plenitud de la Verdad.
“La Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios (ad plenitudinem divinae veritatis iugiter tendit)” (Dei Verbum 8).
El texto sugiere que la Iglesia se mueve en dirección de la plenitud de la verdad, en tanto que, en el transcurso de su viaje en la tierra, solo la alcanzará cuando logre su meta celestial (cuando “las palabras de Dios se cumplan plenamente en ella”). En respuesta a esto:
- La Iglesia ya está en posesión de la plenitud de la Verdad en este mundo; por lo tanto,
- No está ahora en proceso de conseguir esa plenitud en este mundo;
- La Iglesia estuvo en ese proceso únicamente en el pasado.
- La Iglesia ya tiene la posesión de la Verdad en este mundo
La Iglesia ya está en posesión de la Verdad Divina [1], o Verdad sobrenatural, en este mundo, que no es otra que la Fe, el Depositum Fidei, la Revelación Divina. La Iglesia enseña que esta Verdad, que es la Fe, es la Verdad en su totalidad [2]. Y ello es así porque la Fe constituye una unidad: es decir, no es posible poseer dicha Verdad en un sentido parcial; tener Fe es poseerla, entonces, en su totalidad, en su plenitud; pues uno posee la Fe en su totalidad, en su plenitud, o no la posee en absoluto.
El fundamento último del hecho de que la Fe constituye la Verdad en su plenitud reside en que esta Verdad no es otra cosa que Dios Mismo en Su naturaleza íntima: la Santísima Trinidad, junto con todas las doctrinas que se centran en Él [3]. Que la Verdad-que-es-la-Fe que es la Verdad por completo está expresada, como mostraremos en el capítulo 1, por la característica misma de la Iglesia que es Su Catolicidad.
Pero no sólo la Iglesia considerada como un todo posee la totalidad de la Verdad, sino que lo mismo le ocurre también a Sus miembros individuales, pues al tener la Fe, cada uno de Sus miembros posee la Verdad Divina y sobrenatural en toda su plenitud, a saber, Dios. ¿No enseña la Iglesia que el objeto de las tres virtudes teologales es Dios mismo: que por la Fe, el católico conoce a Dios; por la Esperanza espera en Él y por la Caridad Lo ama?
2. La Iglesia no está avanzando ahora hacia la plenitud de la Verdad en este mundo
Dado que esta Verdad ya está completa, no puede completarse; puesto que ya ha alcanzado su plenitud, no se puede decir, en modo alguno, que avanza hacia su plenitud; dado que es la Verdad, no puede cambiar -salvo en la claridad y profundidad de su expresión. En el Cielo, la Iglesia poseerá igualmente la misma Verdad en su plenitud, pero lo hará además de una manera que ya no será oscura, sino clara (incluso si imperfecta [4]).
3. La Iglesia estuvo en un proceso de esta naturaleza únicamente en el pasado
Podemos hablar de un movimiento hacia la plenitud de la Fe en este mundo, únicamente en el pasado, durante aquel periodo en el que la Revelación Divina aún estaba teniendo lugar, esto es, en el periodo correspondiente a la Iglesia primitiva que se extendió hasta la muerte del último Apóstol, San Juan Evangelista. Con su muerte, la Revelación se dio por concluida y el Depósito de la Fe por completado.
a) La Mutabilidad de la Verdad
Consideraremos aquí:
- La motivación para sostener que la Fe es mutable;
- La falsedad del principio de movimiento o cambio.
1. La motivación para sostener que la Fe es mutable
En contra de la enseñanza católica de que la Fe es inmutable, hemos visto al Concilio manifestar un principio de “movimiento”, aseverando que la Iglesia “avanza constantemente hacia la plenitud de la verdad divina” [5]; que la Iglesia necesita de “reforma constante” [6] en su expresión de la verdad; que “los cristianos se unen a otros en la búsqueda de la verdad” [7]; que esto tiene lugar inter alia “mediante el diálogo” [8], que la Iglesia se concibe a sí misma en un proceso que nunca termina.
Lo que hace que tales textos conciliares sean convincentes es la idea de que la Verdad objetiva en su totalidad y Dios mismo en Su plenitud (los cuales en última instancia son una y misma cosa) son ciertamente inaccesibles e inexpresables en su totalidad para el hombre, tanto más, cuanto el hombre nunca será capaz de alcanzar, conocer o expresar la Verdad Objetiva o Dios mismo en su totalidad. Dicho en otras palabras, la idea es que, para conocer la Verdad, poseerla o expresarla en su total plenitud, se la debe conocer por entero [9]. Esto, no obstante, es falso. Para conocer algo y expresarlo adecuadamente, no es necesario conocerlo en su totalidad. En efecto, Aristóteles afirma que no es posible conocer por entero ni siquiera a un mosquito.
En contraste con lo expuesto, la Iglesia enseña que nosotros podemos ciertamente conocer la Verdad Divina y a Dios, incluso si no de manera completa: es esto precisamente lo que es, después de todo, el objeto de la Revelación, de la Revelación de Dios a nosotros; más aún, la Iglesia expresa esta Verdad de modo infalible en Sus dogmas. La Iglesia enseña igualmente, que la Fe es el conocimiento de Dios, como ya hemos afirmado anteriormente, del mismo modo que la Visión Beatifica es el conocimiento de Dios. La primera tiene lugar en la tierra, la segunda en el Cielo; la primera es oscura, la segunda es clara, pero ambas son formas de conocimiento: “En el momento presente vemos las cosas como en un espejo, confusamente, pero entonces las veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido” (I Cor. 12). Podemos ver un árbol en la noche; podemos ver ese mismo árbol durante el día: pero ambas son igualmente formas de ver.
Por el contrario, nunca será posible para el intelecto creado conocer totalmente a Dios: únicamente Dios se puede conocer por entero a Sí mismo, en razón de que solo lo Infinito puede comprender a lo Infinito. Incluso, en el Cielo, nunca alcanzaremos la plenitud infinita del conocimiento de Dios: allí ciertamente tenderemos hacia esa plenitud, pero sin nunca conseguirla.
2. La falsedad del principio de movimiento o cambio
El principio de movimiento se origina en la filosofía de Heráclito (siglo 6to. A.C.) y, aproximadamente al mismo tiempo en el Este, en el pensamiento prefilosófico de “El Buda”. En el pensamiento Modernista, el proceso de movimiento es considerado típicamente como algo positivo en tanto cuanto es visto como conduciendo a lo que es mayor y mejor: en tal sentido es lo que se conoce como “Evolución” [10]. Pascendi identifica a este principio mismo de evolución como un rasgo fundamental del Modernismo [11]. Los casos de movimiento que hemos visto antes tienen todos un carácter positivo, evolutivo, y veremos posteriormente más ejemplos al respecto en las enseñanzas conciliares como es el referente a la progresión putativa de la Iglesia hacia la santidad. La Iglesia ha condenado la doctrina de la progresión hacia el conocimiento perfecto y la perfección, tales como los que vemos aquí expresados, en los siguientes términos: “Si alguno afirmare que el hombre no puede ser atraído mediante poder divino a un conocimiento y perfección que sobrepasa lo natural, sino que él, por sí mismo, puede y debe alcanzar la posesión de toda la verdad y el bien mediante un progreso continuo, Anathema sit’”[12].
En el área particular de la Fe, la noción de movimiento, o cambio, es equivalente a la doctrina Modernista de la “Inmanencia Vital”, conforme a la cual el sentimiento religioso (el cual supuestamente constituye tanto Fe como Revelación) está en permanente movimiento, de modo tal que su expresión in formulae (que pretende ser un dogma) “debe ser también…sujeta a cambio” [13]. La noción de movimiento en el área de la Fe, o la noción de Inmanencia Vital, son ciertamente falsas, porque la Fe, como bien hemos señalado, es el conocimiento de la Verdad (Sobrenatural), y la Fe es inmutable: “La Verdad de Dios permanece por siempre” [14]; “El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” [15]. El último fundamento para la inmutabilidad de la Fe estriba en el hecho de que esencialmente es Dios Mismo. Solo las cosas creadas, finitas, están en constante movimiento debido a su temporalidad. Dios, por el contrario, es inmutable y también lo es la Fe, porque la Fe tiene a Dios como su objeto.
El error metafísico de esta teoría, y de aquella de la Inmanencia Vital en particular, reside en sustituir al Ser por el Devenir, y al acto por la potencia; su error teológico está en negar al Ser, lo que en última instancia es negar a Dios mismo.
II Escepticismo
Podemos identificar dos formas de escepticismo con relación al objeto del escepticismo [16]: el escepticismo acerca de la Verdad como tal, y el escepticismo acerca de Dios. A continuación, procederemos a considerar:
a) El escepticismo acerca de la Verdad como tal;
b) El escepticismo acerca de Dios;
c) El carácter particular del escepticismo del Concilio.
a) El escepticismo acerca de la Verdad como tal
Hemos visto como el Concilio se opone a la doctrina católica de que la Iglesia posee la Verdad, aseverando que Ella está en un proceso de búsqueda de la Verdad, de expresar la Verdad, y de moverse en dirección de la plenitud de la Verdad. Una actitud de esta naturaleza acerca de la Verdad, como explicaremos más adelante, entraña el abandono de la evangelización.
Empero, si se está en el proceso de aproximación de la verdad, así como en el proceso de su formulación, entonces aún no se posee la verdad ni tampoco se ha formulado; por lo tanto, si aún no se posee la verdad ni ésta se ha formulado todavía, entonces no se posee la verdad ni tampoco se ha formulado. Sin embargo, dado que la Verdad en cuestión no es otra que la Fe y su formulación no es otra que el dogma, de ello se sigue que estos textos conciliares implican que la Iglesia no posee ni la Fe ni el dogma.
b) Escepticismo acerca de Dios
Además, dado que la verdad en último análisis es Dios mismo, como Nuestro propio Señor afirma también explícitamente [17], los textos también entrañan que la Iglesia no posee, no conoce y no puede comprender tampoco a Dios, esto es, como el objeto de la Fe.
Pero esto es ateísmo. Existen dos formas de ateísmo: positivo y negativo. El primero niega la existencia de Dios; el segundo (conocido también como “agnosticismo”) afirma que no podemos conocer o demostrar la existencia de Dios. El ateísmo negativo o agnosticismo, que ha sido identificado y condenado como una doctrina Modernista en la encíclica Pascendi [18], está entonces contenido en los textos mismos del Concilio, lo que implica que no podemos conocer a Dios, al menos no en este mundo. Esto equivale a una forma de ateísmo terrenal.
Por otra parte, suponer que la Iglesia y los católicos no poseen o no conocen la Verdad o a Dios, entraña que ellos no son capaces de amar a Dios, dado que el conocimiento de un objeto es necesario para poder amar a ese objeto. Pero esto es evidentemente falso, por cuanto es posible amar a Dios, y amarlo con un amor perfecto, pues en esto consiste la santidad que muchas personas, de hecho, han alcanzado.
c) El carácter particular del escepticismo del Concilio
¿Cuál es el tipo de Verdad a la cual el escepticismo del Concilio alude? No a la Verdad sobrenatural, como ya hemos dicho, sino a un tipo putativo de Verdad natural imposible de conocer o de manifestar en este mundo. Un concepto de esta índole está indudablemente coloreado por la Filosofía Modernista. Descartes, el “Padre de la Filosofía Moderna”, partiendo del principio de la “Duda Universal” alegaba que solo podemos estar seguros de nuestras propias ideas y existencia, y que el mundo externo puede ciertamente no existir en absoluto; Kan, posteriormente postuló la existencia de una “Cosa en sí misma”, fuera del mundo de la experiencia, que él sostenía era incognoscible. Tales teorías que conllevan agnosticismo [19], fueron las que caracterizaron a la Filosofía Moderna por tres siglos y más, lo que le ganó el nombre de “inmanentismo” e informó la visión del mundo de los periti (expertos).
Para mostrar cuán radical es el escepticismo del Concilio, lo podemos formular de la siguiente manera:
- La Iglesia no posee la Verdad;
- De poseerla, no puede expresarla;
- Si pudiera expresarla, no puede comunicarla [20].
Podemos rememorar la enseñanza de Gorgias de Leontini (487-375 AC):
- Nada existe;
- Si algo existe, no se puede conocer;
- De ser conocido, no se puede comunicar.
Por asombrosas que puedan parecer tales triadas en la boca de un sofista o de un retórico, lo son aún más en la boca de todos los obispos del mundo, al tiempo que pretenden ejercer su ministerio divinamente comandado por Dios de enseñar al hombre la Verdad última acerca de Dios.
III Comparación de las doctrinas católica y del Concilio
La presente sección contiene:
1. Diez puntos de oposición entre la doctrina católica y la doctrina del Concilio;
2. Una presentación esquemática de los principales puntos de oposición;
3. Seis principios falsos de la enseñanza del Concilio.
1. Diez puntos de oposición entre la doctrina católica y la doctrina del Concilio
El Concilio se opone a los siguientes principios de la doctrina católica [21] que anteriormente presentamos:
a) Se puede conocer la Verdad y a Dios en esta vida;
b) La Verdad y Dios se pueden conocer en esta vida mediante la Razón;
c) La Verdad y Dios se pueden conocer en esta vida mediante la Fe;
d) La Fe es sobrenatural y tiene como su objeto la verdad sobrenatural;
e) Lo Verdadero tiene prioridad lógica sobre lo Bueno;
f) La Verdad y Dios se pueden expresar en un sentido adecuado en esta vida;
g) La Verdad y Dios se pueden expresar en un sentido adecuado en esta vida
mediante el dogma;
h) La Verdad es la correspondencia entre la verdad objetiva y el intelecto;
i) La Fe es la Verdad en su plenitud;
j) La Fe es inmutable.
Hemos visto al Concilio negar (a) [22], lo que entraña la negación de (b) y (c); hemos visto al Concilio abogar por el naturalismo (23), lo que constituye la negación de (d); lo hemos asimismo visto propugnar el subjetivismo (24), lo que implica la negación de (e). Niega igualmente (f) [25], lo que entraña la negación de (g), así como también de (h) [26]; de manera análoga niega (i) [27] y (j) [28].
2. Presentación esquemática de los principales puntos de oposición
Centrándonos en lo que son los seis principios fundamentales en cuestionamiento, procederemos a comparar la enseñanza católica sobre la Verdad (en primer lugar) conjuntamente con la enseñanza del Concilio sobre la Verdad (en segundo lugar):
a) El conocimiento de la Verdad y Dios en esta vida:
i) El hombre posee dicho conocimiento;
ii) El hombre está en búsqueda de dicho conocimiento.
b) La expresión de la Verdad y Dios en esta vida:
i) El hombre es capaz de dicha expresión;
ii) El hombre avanza en dicha expresión.
c) El orden objetivo [29]:
i) Lo Verdadero tiene prioridad lógica sobre lo Bueno;
ii) Lo Bueno tiene prioridad sobre lo Verdadero.
d) El orden ontológico de la Fe:
i) La Fe es sobrenatural;
ii) La Fe es natural.
e) El objeto de la Fe:
i) La plenitud de la Verdad;
ii) La Verdad parcial.
f) La estabilidad de la Verdad:
i) La Verdad es inmutable;
i) La Verdad es inmutable.
ii) La Verdad es mutable.
3. Seis principios falsos de la enseñanza conciliar
Las doctrinas del Concilio, aquí expresadas, constituyen seis principios falsos en relación con la Verdad, principios estos, como veremos en el curso de este libro, que son la fuente de los errores más profundos del Concilio. Los principios expresados en (a) y (b) que afirman dudas con respecto al conocimiento y expresión de la Verdad, los hemos definido como “escepticismo”: en el primer caso acerca de la Verdad (30) y en el segundo caso acerca de la expresión de la Verdad (31); el principio expresado en (c) lo hemos definido como el principio del “subjetivismo” (32); la doctrina expresada en (d) en relación con el orden ontológico de la FE como “naturalismo” (33); la doctrina expresada en (e) como el “principio de grado”; y la de (f) como el “principio de movimiento”.
En la conclusión de este libro que aparece en el capítulo 9, ofreceremos una crítica metafísica de la doctrina conciliar. Estamos, sin embargo, ya en condiciones de aportar algunos de los elementos fundamentales de esta crítica. Empero, el escepticismo del Concilio acerca de la Verdad y la expresión de la Verdad puede de hecho explicar la totalidad de la heterodoxia conciliar. Este escepticismo no otra cosa que la duda acerca de la propia Fe católica, siendo el primero en relación con el Depósito de la Fe o Revelación y el segundo con respecto al Dogma.
El principio del escepticismo acerca de la Verdad engendra los otros cuatro principios falsos que hemos indicado anteriormente: naturalismo, subjetivismo, principio de grado y principio de movimiento. Y esto es así porque dudar de la Verdad es dudar también acerca de las propiedades de la Verdad: a saber, su naturaleza sobrenatural; su objetividad; su unidad; su inmutabilidad.
Procederemos a dar algunos de los ejemplos con los que ya nos hemos encontrado, o que encontraremos, a continuación, en estos seis principios falsos:
- Escepticismo acerca de la Verdad;
- Escepticismo acerca de la expresión de la Verdad;
- Naturalismo;
- Subjetivismo;
- El principio de grado;
- El principio de movimiento.
1. Escepticismo acerca de la Verdad
Hemos visto ejemplos de este escepticismo en el oscurantismo del Concilio, así como en su falta de claridad y valentía al proponer la doctrina católica, particularmente en aquellos casos en los que dicho oscurantismo favorece la herejía;
2. Escepticismo acerca de la expresión de la Verdad
Veremos un ejemplo de este escepticismo en la evasión de definiciones por parte del Concilio;
3. Naturalismo
Se puede ver al naturalismo (y al racionalismo que lo acompaña) prácticamente en todas las doctrinas innovadoras del Concilio, por ejemplo, en la erosión de las propiedades sobrenaturales de la Iglesia, incluyendo Su superioridad sobre el Estado; en el silenciamiento de estas mismas propiedades con miras a establecer un terreno común con otras religiones; en la doctrina del sacerdocio, la vida consagrada, el matrimonio, y la Santa Misa;
4. Subjetivismo
El subjetivismo se puede observar en la “pastoralidad” del Concilio, en otros términos, en la preeminencia que le asigna a la praxis sobre la Verdad (34), en el Ecumenismo (35) en el cual la primacía de la Verdad cede ante la primacía de cierto tipo de “Bien” aparente a obtener, mediante la colaboración con los cristianos no católicos y con miembros de otras religiones; se le puede asimismo ver en la enseñanza del Concilio sobre la reforma de la vida religiosa, en donde la consagración a Dios, que constituye la Verdad objetiva de este tipo de vida, no es considerada como el principio rector de la reforma, sino de forma aparente, simplemente como “Bienes” mundanos. De manera análoga, se le puede ver en el matrimonio en donde se le da prioridad al “amor” sobre la finalidad objetiva del matrimonio, inscrita en la ley natural y en la naturaleza humana por el propio Dios.
5. El principio de grado
El principio de grado lo podemos encontrar en el concepto putativo de “elementos de verdad y santificación “que compartimos con miembros de otras religiones, y que se presenta como la base para una comunión parcial, o comunión por grado con la Iglesia.
6. El principio de movimiento o cambio
El principio de movimiento se manifiesta en los cambios propuestos para la vida consagrada y la liturgia; en el pretendido avance de la Santidad de la Iglesia; y como ya mostramos previamente en esta sección, en su misma noción de Verdad, tanto ontológica como lógica. De este modo, el principio de movimiento se convierte en la justificación de todo el programa de renovación del Concilio, e indudablemente en su misma raison d’être (razón de ser).
A medida que el libro avanza, indicaremos ejemplos de estos principios falsos, en tanto cuanto salen a la luz. Por el momento, simplemente comentaremos cuán inestable es ciertamente la casa construida sobre la arena y no sobre la roca sólida de la Verdad. ¿Cuánto puede durar? ¿A qué fines sirve? “No podemos hacer nada contra la verdad: sino por la verdad” [36]. De hacer cosas contra la verdad, nos estamos lanzando por el camino equivocado, no estamos esclavizando: únicamente la Verdad es el camino correcto, solo la Verdad nos hará libres [37].
Don Pietro Leone
[1] “Y conoceréis la verdad…” (Jn. 8.32) … la doctrina de la fe que Dios ha revelado… es propuesta como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser fielmente protegido… (Vaticano I, Dei Filius, c.4)
[2] “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo he dicho” (Juan 14.26)
[3] Se puede decir también que Ella posee la Verdad en su plenitud en el sentido de que, al poseer la Fe, Ella también posee a Dios mismo Quien es esa misma Verdad
[4] como explicaremos al final de esta sección
[5] sección 3 supra
[6] s.2 supra
[7] s.1 supra
[8] s.1 supra en donde, como Romano Amerio señala, el principio de jam satis est está totalmente ausente
[9] técnicamente hablando, la idea es que la plenitud ontológica debe corresponder a la plenitud epistemológica
[10] Teilhard de Chardin combinó un interés por la evolución dogmática y antropológica. Esta última sigue gozando de popularidad en el programa escolar. Cabría preguntarse en qué piensan él o las autoridades educativas actuales en que nos estamos convirtiendo. ¿Dios? Hay más evidencia de que nos estamos convirtiendo en simios.
[11] “En primer lugar, ellos [los Modernistas] establecen el principio general de que en una religión viva todo está sujeto a cambios, y debe cambiar, y de esta manera pasan a lo que se puede decir que es una de las máximas de sus doctrinas, la Evolución. “Todo está sujeto a las leyes de la evolución: el dogma, la Iglesia, el culto, los libros que veneramos como sagrados, incluso la fe misma … “Pascendi 26. Nos referimos nuevamente a Lamentabili 58 sobre la mutabilidad de la Verdad junto con los principios similares condenados en la misma encíclica, a saber, 59, 62 y 64
[12] Vaticano I, ses. 3 cap. 2 can. 3 contra los “progresistas”
[13] Pascendi 12
[14] Veritas Domini manet in aeternum, Salmo 116
[15] Marcos. 13, 31
[16] ratione objecti
[17] “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan. 14. 6)
[18] s. 5-6
[19] como San Pío X explica en Pascendi, s. 5-6
[20] En el terreno práctico, al menos, en tanto cuanto se mantenga la política del Ecumenismo
[21] extraído de la lista de los principios págs. 10-11 del presente libro
[22] p.12
[23] p.12
[24] p.13
[25] p.14
[26] p.14
[27] p.15
[28] p.16
[29] ver nuestra crítica al Ecumenismo más adelante (p.50)
[30] escepticismo ontológico
[31] escepticismo lógico
[32] lo hemos denominado “subjetivismo” en relación con el sujeto: por la prioridad que le asigna; lo pudiéramos llamar “antirrealismo” con respecto al objeto: por el antagonismo que exhibe hacia él
[33] el naturalismo es una teoría ontológica. Constituye la base del racionalismo, una teoría epistemológica. El racionalismo es la teoría que sostiene que la razón por sí sola basta para alcanzar toda la verdad. Esto entraña una negación del orden sobrenatural; dado que la razón es tan solo una facultad natural de la mente, de modo análogo, la verdad que alcanza solo puede ser natural. El racionalista, por consiguiente, niega necesariamente que exista algo así como la Verdad sobrenatural o el conocimiento sobrenatural de dicha verdad cual es la Fe. Naturalismo y racionalismo no son, hablando en un sentido estricto, conceptos metafísicos que pertenecen al ámbito de la teología, pero nosotros los utilizamos en nuestro análisis metafísico como pertenecientes al Ser mismo.
[34] cf. al bosquejo histórico anterior
[35] e Indiferentismo
[36] II Cor 13. 8
[37] “la verdad os hará libres” Juan 8.32
(Traducido por Maria Calvani. Artículo original)