Exhortación apostólica «Evangelii Gaudium»
Síntesis breve
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”: inicia así la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, publicada hoy, en la que el Papa Francisco desarrolla el tema del anuncio del Evangelio en el mundo actual, recogiendo, entre otras, la contribución de los trabajos del Sínodo que se tuvo en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012 sobre el tema “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe”. Con esta Exhortación, el Papa indica algunas «vías para el camino de la Iglesia en los próximos años”. Señalamos cinco.
1. Una nueva etapa evangelizadoracaracterizada por la alegría. Es una llamada encarecida a todos los bautizados para que, con nuevo fervor y dinamismo, lleven a los demás el amor de Jesús que experimentan en su vida, la alegría y la belleza de su amistad, en un “estado permanente de misión”. Los cristianos están llamados a ser “evangelizadores con Espíritu” que “rezan y trabajan”: en su boca debe resonar el primer anuncio o kerygma: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”.
2. Renovación con creatividad y audacia, a partir de la recuperación de la “frescura original del Evangelio”. Es precisa “una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están”, y una “reforma de las estructuras” eclesiales para que “sean todas más misioneras”. El Pontífice piensa también en “una conversión del Papado” en la línea de una mayor colegialidad y de una “saludable descentralización”. Hay que encontrar “nuevos caminos” y “métodos creativos”, no tener miedo a revisar costumbres y normas de la Iglesia que no estén “directamente vinculadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas en el curso de la historia”. Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las decisiones” por “un excesivo clericalismo”, y de agrandar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, en particular “en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes”.
3. Una Iglesia abierta, acogedora y misericordiosa. El Papa invita a la Iglesia a tener “las puertas abiertas”. La Iglesia es el lugar de la misericordia, no de la condena, porque Dios no se cansa nunca de perdonar. “Tampoco las puertas de los Sacramentos se deberían cerrar por una razón cualquiera”. Así, la Eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones tienen también unas consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. Frecuentemente nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay sitio para cada uno con su vita fatigosa”. El Papa Francisco recuerda que prefiere una Iglesia “herida y sucia por haber salido a la calle, más que una Iglesia… encerrada en un revoltijo de obsesiones y procedimientos. Si algo debe santamente inquietarnos… es que tantos hermanos nuestros viven” sin la amistad de Jesús. El anuncio del Evangelio debe tener características positivas: cercanía, respeto, compasión, paciencia por la fatiga de un camino de maduración. También las homilías de los sacerdotes deben huir de una “predicación puramente moralista o doctrinaria”, y ser positivas, para no dejar “prisioneros de la negatividad”, sino ofrecer “siempre esperanza”, logrando decir “palabras que hagan arder los corazones”.
4. El diálogo y el encuentro: con los demás cristianos (el ecumenismo es “una vía imprescindible de la evangelización”), con las demás religiones (“condición necesaria para la paz en el mundo”) y con los no creyentes. El diálogo se debe llevar “con una identidad clara y alegre”: no oscurecer la evangelización. En particular, el Papa observa que “en esta época adquiere notable importancia la relación” con los musulmanes. Implora “humildemente” a los países de tradición islámica que garanticen la libertad religiosa a los cristianos, también “¡teniendo en cuento la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!”. Contra el intento de privatizar las religiones, afirma que “el respeto debido a las minorías de agnósticos o de no creyentes” no debe “acallar las convicciones de mayorías creyentes”.
5. Que la Iglesia sea voz profética, capaz de hablar “con audacia… también contracorriente”. Recuerda la opción de la Iglesia por los pobres. El Papa pide “una Iglesia pobre para los pobres”. Denuncia el actual sistema económico que “es injusto de raíz”. “Esa economía mata” porque prevalece la “ley del más fuerte”. La actual cultura del “descarte” ha creado “algo nuevo”: “los excluidos no son explotados sino desechados, ‘sobras’”. “¡Pido al Señor que nos regale más políticos que tengan verdadera preocupación por la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!». Las comunidades cristianas que se olvidan de los pobres están destinadas a la disolución. “Entre estos débiles a los que la Iglesia quiere cuidar” están “los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos… No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. La familia –prosigue el Papa– “atraviesa una crisis cultural profunda” que “favorece un estilo de vida… que desnaturaliza los vínculos familiares”. Denuncia las “nuevas situaciones de persecución de los cristianos”.
La Exhortación termina con una oración a la Virgen María, “Madre de la Evangelización”. Mirando a la Madre de Dios “volvemos a creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y del cariño”.