Senex sed non obsoletus sum
Queridos amigos míos, quiero explicaros el seudónimo, escogido para firmar estos pobres escritos en nuestro periódico “sí sí no no”.
“Presbyter senior”: soy un presbítero, un sacerdote católico, un sacerdote válidamente ordenado, perteneciente a la Iglesia católica, pero no soy, de ninguna manera, anticuado o con una mentalidad que pueda ser definida como superada. Por ningún motivo del mundo pretendo ser superado en aquello que pienso y transmito a los demás.
Y, sin embargo, como buen católico, sólo una cosa cuenta en mi vida y es la Fe de los padres, aquella Fe tan obstaculizada y combatida hoy día, signo evidente de que es la verdadera, de la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Me viene un escalofrío y se me pone la piel de gallina cuando leo u oigo la terminología “nueva Iglesia”, ¡y esto sucede en ámbito eclesial! Una nueva Iglesia equivale a una nueva religión; ¿cómo se puede cambiar de religión? ¿acaso la de siempre está equivocada, es incompleta? El problema que se plantea y que se advierte es espantoso y grave al mismo tiempo. No se puede, en absoluto, fingir que no pasa nada y hacer callar a nuestra conciencia que no acepta y que, con virulencia, rechaza no sólo la terminología, sino más todavía la triste realidad que hay detrás.
No puedo alegrarme, no lo consigo, cuando en el locutorio de una casa religiosa veo expuesto al público un texto con el título: “Oraciones de todas las gentes”. Un texto bien hecho, decorado, con muchas oraciones de diversos credos y religiones, pero consideradas sincretistamente del mismo valor y a la par. Sin embargo, no es al mismo Dios al que se dirigen. Excepto Dios Uno y Trino, todos los demás han sido llamados “dioses falsos y mentirosos”; y esto hasta hace algunos decenios, pero ahora todo ha sido drásticamente nivelado por un extraño ecumenismo que querría llevar a la paz, pero no consigue su objetivo. Las ambigüedades ingeniosas que son usadas no son suficientes para obtener un resultado imposible; no son suficientes porque se usa un método equivocado en todas sus formas.
El Blanco Padre Romano era para el mundo “meta, luz y guía” y querríamos que fuera así todavía, que volviera a serlo. Oh, es verdad, parece que lo sea. Pero no nos engañen las apariencias, no nos defrauden. Oremos por él, oremos por el Romano Pontífice, también porque nos lo pide tan a menudo y tenemos la obligación de hacerlo.
Oremos por los Obispos y por los Sacerdotes, ¡hoy más que nunca y como nunca antes de hoy! Oremos por las Almas Consagradas, por los Religiosos y las Religiosas, por los Misioneros y por las Familias cristianas unidas por el Sacramento del Matrimonio, por la educación cristiana de la juventud. Oremos para que en la Iglesia todos desarrollen con competencia su propio papel, de manera provechosa y activa.
Oremos por los vivos y oremos por los muertos, por las almas santas del Purgatorio, de manera especial por las más abandonadas, por aquellas de las cuales no hay nadie en el mundo que se acuerde. ¿Y a los enemigos dónde los dejamos? ¡Ellos también necesitan de la caridad de una oración!
¡Alabado sea Jesucristo!
Presbyter senior
(traducido por Marianus el eremita)