Dios sabe sacar el bien incluso del mal

Una sentencia de antigua sabiduría popular nos anima a aceptar las dificultades de la vida porque Dios nos asegura que, al final de los tiempos, el bien triunfará sobre el mal y sobre los sufrimientos, aunque ahora durante un tiempo debamos convivir con el mal que quiere tomar la delantera en el mundo.

Están emergiendo en los últimos tiempos signos negativos del mundo joven, entre ellos también en grupos de jóvenes de buena familia, entre los que se cuentan incluso menores, que organizan por aburrimiento juegos de grupo de una maldad inaudita, hasta llegar a torturar y matar por juego a personas solas e indefensas.

Frente a delitos tan absurdos, ¿cómo podemos defendernos? Ciertamente no basta aplicar las penas más severas, buscando recuperar el respeto a las leyes civiles, sino que hay que volver a observar la Ley divina, condensada en el Decálogo que todos, desde siempre, hemos grabado en nuestro corazón, porque todos somos criaturas de Dios.

Por ello, no nos maravillemos si, en una sociedad cada vez más descristianizada, asistimos de nuevo a episodios tan horribles, porque es la que hemos escogido democráticamente, excluyendo la autoridad de Dios de la Constitución Europea y en consecuencia ¡Dios respeta nuestra elección!

Ello hasta que, soportando dolorosamente una calamidad tras otra ―faltándonos la protección de su Providencia―, Europa se vea obligada a dar los oportunos pasos atrás para volver conscientemente a reconocer la autoridad de Dios y a pedirle humildemente perdón.

No es precisamente el pueblo cristiano, con su buen sentido, el que ha querido este estado de cosas, sino las autoridades políticas vinculadas a la masonería las que quieren a todo coste el despego de las naciones europeas de la religión católica, para llevar los pueblos cristianos al desorden, a la desesperación y a la perdición eterna.

Sólo Dios puede guiar la Historia

Dios nos deja actuar también contra sus leyes, pero sólo hasta un cierto punto, es decir hasta que nuestros planes se encuentren con su Providencia, que coincide con nuestros intereses verdaderos en lo que toca a la salvación eterna.

Signos premonitorios

El papa Francisco es el personaje no sólo religioso, sino también ecuménico, diplomático, político y ecológico, más enigmático entre los protagonistas acreditados de nuestro tiempo, propuesto como hombre de la Providencia en sentido lato; parece, de hecho, el elemento más idóneo para el papel de precursor de un tiempo revuelto y de resonancia profética que preanuncia la venida del Anticristo (cfr. 2 Ts. 2, 3), es decir el elemento preparador y precursor del famoso personaje, tan temido por los creyentes y esperado por los enemigos de la Iglesia para infligirle un golpe de gracia.

En verdad se tiene la impresión de que las frecuentes “visitas apostólicas” que el papa Francisco realiza en los varios continentes y naciones, amigos o enemigos de la Iglesia, no sean solamente visitas diplomáticas o de estricta pertinencia apostólica, sino que oculten algún fin alternativo, como el de preparar un plan de acción en previsión de un programa con un radio universal en el plano no sólo vagamente “espiritual”, sino en el político, diplomático y estratégico.

A propósito del Anticristo, nadie habla de él, ignorando las profecías y, considerando el mal camino por el que andan los tiempos y la tristeza que sufre la Iglesia con motivo de sus cumbres actuales, este mismo tiempo que estamos superando actualmente es el tiempo crucial del que no se habla, con el fin de ponernos de frente al hecho consumado sin una preparación adecuada.

Si fuese cierta la duda de que estamos viviendo ya el periodo del Anticristo, ¿por qué las autoridades administrativas, políticas y religiosas ―unidas quizá por un pacto de acción común― deberían informarnos si son cómplices del desarrollo de los acontecimientos?

Desafiar la voluntad de Dios es siempre una forma de soberbia que no puede ser aceptada en absoluto por Dios, especialmente cuando es organizada por sus enemigos; por ello, ya a causa de la gravedad y soberbia del gesto, los responsables tienen una sola salida: pedir solemnemente perdón tras un sincero arrepentimiento.

Considerando, sin embargo, que el que está en curso es uno de las últimos y más importantes desafíos entre Satanás y Dios por la conquista de las almas, debemos argüir que se trata de una lucha espiritual que estremecerá el Cielo y la tierra.

Está en curso una gran batalla espiritual

Como en las contiendas bélicas entre naciones es importante la preparación psicológica y moral de los ciudadanos al clima de guerra, así nosotros, pueblos de la tierra, hoy vivimos un clima de tensión y de espera de sucesos no sólo de gran tensión emotiva, sino de preparación a sucesos de signo apocalíptico, predispuestos por Dios: quizás estamos entrando en una fase decisiva de la Historia.

Las próximas señales podrían ser ya introductoras, es decir muy fuertes, permitidas por Dios para llamar a la realidad a los últimos rebeldes o dudosos, para poder salvar de la perdición eterna al mayor número posible de almas.

Se tiene la impresión de que la catequesis actual de la Iglesia católica se haya parado en los problemas de índole ecuménica, social y ecológica, problemas importantes pero no de pertinencia prioritaria.

De hecho, Jesús no mandó a sus apóstoles ―obispos, sacerdotes, misioneros y catequistas― a todo el mundo para proteger el medioambiente, sino para bautizar y convertir a todos los seres humanos el Evangelio y conducir las almas a la salvación eterna.

A propósito, desde hace tiempo se impone una pregunta sobre la catequesis: cada vez se habla menos del infierno, del demonio y del pecado, por lo que pueden surgir dudas sobre su importancia, entonces ¿qué valor hay que atribuir a las palabras de Jesús cuando habla del “fuego inextinguible de la Gehena”?

Se nota que en las catequesis o en las homilías de muchos prelados prevalecen las cuestiones de orden social, ecuménico y ecológico sobre las de orden espiritual, moral o bíblico concernientes a la salvación eterna, como si tal problema fuera de importancia secundaria o dejado a la solución de cada creyente.

También en el campo político, de un tiempo a esta parte, parecen prevalecer en el clero las simpatías hacia las ideologías de izquierda: marxismo, radicalismo, laicismo, nihilismo.

Ya no es la Iglesia católica la que condiciona el clima político de una nación como Italia, sino la elección de los votantes, cada vez más condicionados por una tácita y ubicua propaganda anticlerical y anticristiana, difícilmente modificable a través de las urnas y de la libre elección de los ciudadanos. Sólo en el momento oportuno podrá cambiar el curso de la Historia, pero será solamente cuando y como Dios lo quiera.

Es de temer que las personas que no frecuentan desde hace mucho tiempo la iglesia o que vuelven a ella sólo en raras ocasiones hayan escogido la indiferencia religiosa, cada vez más frecuente, pero también a riesgo de adherirse a asociaciones enemigas de la Iglesia de Cristo.

Recordemos siempre las máximas evangélicas que no pueden dejar duda sobre nuestras elecciones, como por ejemplo “Salvaos de esta generación perversa” (Hc. 2, 40); “El que no está conmigo está contra mí y el que no recoge conmigo desparrama” (Mt. 12, 30); “Pero, cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc. 18, 8).

Marco

Traducido por Natalia Martín

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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