Cómo disimular la falsedad bajo un manto de verdad (sobre Amoris Laetitia)

Nota del Editor: el padre Guy Castelain es capellán de Marie Reine des Coeurs (Nuestra Señora Reina de los Corazones) Confraternidad de Francia que transmite la Verdadera Devoción a María según Grignon De Montfort. Este artículo fue publicado en la edición de abril 2017 del boletín de la Confraternidad (#144, abril 2017). Una vez más, les pedimos que oren por nuestro fiel traductor de estas importantes contribuciones provenientes de Europa. MJM
 
El 19 de marzo de 2016 se publicó la exhortación apostólica post-sinodal del papa Francisco, Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia. ¿Por qué hablar de este documento pontificio en una publicación dedicada a la espiritualidad de San Luis María Grignon de Montfort? Porque el padre de Montfort arroja una luz singular sobre la problemática planteada en este documento.

Antes que nada, un recordatorio. El leitmotif del impulso del Concilio Vaticano Segundo fue el aggiornamento o, en latín, accomodatio renovata, es decir, apertura y adaptación al mundo moderno. Pablo VI explicó el significado de este término en el discurso de apertura de la segunda sesión (1963): “para que el depósito de la doctrina cristiana se conserve y exponga de un modo más eficaz” y que la doctrina “se investigue y se exponga de la manera que requieren nuestros tiempos”. En pocas palabras, se trataba entonces de enlazar la doctrina católica con el ateísmo, el evolucionismo, el modernismo, el liberalismo y la inmoralidad del mundo moderno. Y aquí yace el problema principal: ¿cómo expresar la revelación divina, es decir, la fe y a moral católicas, utilizando el pensamiento del mundo actual? Estrictamente hablando, es como querer encontrar la cuadratura de un círculo.

Ahora bien, utilizando una terminología más propia de San Luis María Grignon de Montfort, el problema del Concilio Vaticano Segundo fue el querer unir la sabiduría divina con el mundo. San Luis María Grignon de Monfort trabajó sobre esto en Amor a la Sabiduría Eterna, en los números del 74 al 89. El padre de Montfort explica que el mundo “utiliza tan finamente la verdad para inspirar el engaño, la virtud para autorizar el pecado, las máximas de Jesucristo para justificar las suyas” (número 79). 

El padre Grignon también señala que la sabiduría mundana “está completamente de acuerdo con las máximas y modas del mundo… no de un modo grosero y provocador, cometiendo algún pecado escandaloso, sino de una manera solapada, astuta y política, pues de otro modo no sería sabiduría según el mundo, sino más bien libertinaje” (número 75). 

Finalmente, define a la persona mundana como alguien que “trata de armonizar la verdad con la mentira, el Evangelio con el mundo, la virtud con el pecado” (número 76). Aquí, de Montfort está describiendo el catolicismo liberal (que logró triunfar con el Vaticano II y sus reformas) cien años antes de su existencia (siglo XIX). 

¿Qué es lo que Amoris Laetitia contiene? Un recordatorio de la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio (en los números 52-53, 62, 77, 86, 123 y 178) y, al mismo tiempo, afirmaciones que otorgan a los divorciados vueltos a casar la posibilidad de acceder a los sacramentos, es decir la confesión y la comunión, sin conversión, sin contrición, sin reparación por el escándalo, sin dejar de vivir en adulterio y sin abandonar su pecado (en los números 243, 298-299, 301-305 y especialmente la nota al pie 351). 

Para convencerse de ello, el lector puede referirse a dos publicaciones de fácil acceso: DICI Número 345, del 25 de noviembre de 2016, y Le Courrier de Rome Número 595, de enero 2017.

De Montfort, con su ojo de lince, vio la cruz del problema que actualmente roba nuestra atención: la sabiduría Conciliar consiste en disfrazar la falsedad con un manto de verdad, y al vicio con el de la virtud. Por lo tanto, Amoris Laetitia autoriza el sacrilegio bajo el pretexto de ser pastorales. Digamos al pasar que hay una gran probabilidad de que el sínodo 2018 realice el mismo juego de manos con el celibato eclesiástico, para permitir la ordenación sacerdotal de hombres casados.

De Montfort era un hombre verdaderamente adelantado a su tiempo. Es que él se aferraba a la doctrina católica, la del Concilio de Trento, que a su vez reitera la de Santo Tomás de Aquino. En efecto, la historia nos enseña que durante este Concilio se colocaron dos libros sobre el altar: la Biblia o Sagradas Escrituras (tradición escrita) y la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino (representando la tradición oral).

Y en aquellos días, esa doctrina católica no se expresaba con la ayuda de una filosofía atea contrapuesta a la fe católica, sino con la ayuda de una sana filosofía Aristotélica-Tomista, conocida como Philosophia Perennis, y que es la “sierva” de la Teología (Santo Tomás de Aquino).

Padre Guy Castelain, FSSPX

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]

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