- — GENEALOGÍA DE JESÚS EN CUANTO HOMBRE: Mt. 1, 1-17; Lc. 3, 23b-38
Evangelio de las fiestas de San Joaquín, Nacimiento de la Virgen y Vigilia de la Inmaculada
SAN MATEO
1 Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraharn.2Abraham engendró a Isaac. E Isaac engendró a Jacob. Y Jacob engendró a Judá y a sus herrnanos.3Y Judá engendró, de Tamar, a Pharés y a Zara. Y Pharés engendró a Esrón. Y Esrón engendró a Aram.4 Y Aram engendró a Aminadab. Y Aminadab engendró a Naasón. Y Naasón engendró a Salmón. 5Y Salmón engendró, de Rahab, a Booz. Y Booz engendró, de Ruth, a Obed. Y Obed engendró a Jessé. Y Jessé engendró a David rey. 6Y David rey engendró a Salomón, de la que fue de Urías.7Y Salomón engendró a Roboam. Y Roboam engendró a Abías. Y Abías engendró a Asá. 8Y Asá engendró a Josafat. Y Josafat engendró a Joram. Y Joram engendró a Ozías. 9 Y Ozías engendró a Joatán. Y Joatán engendró a Acaz. Y Acaz engendró a Ezequías.10 Y Ezequías engendró a Manasés. Y Manasés engendró a Amón. Y Amón engendró a Josias.11 Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en la transmigración de Babilonia.12 Y después de la transmigración de Babilonia, Jeconías engendró a Salathiel. Y Salathiel engendró a Zorobabel.13 Y Zorobabel engendró a Abiud. Y Abiud engendró a Eliacim. Y Eliacim engendró a Azor.14 Y Azor engendró a Sadoc. Y Sadoc engendró a Achim. Y Achim engendró a Eliud. 15Y Eliud engendró a Eleazar. Y Eleazar engendró a Mathán. Y Mathán engendró a Jacob. 16 Y Jacob engendró a José esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. 17De manera que todas las generaciones de Abraham hasta David, son catorce generaciones: y de David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones: y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
SAN LUCAS
23b Hijo (Jesús), según se creía, de José, que lo fue de Helí, que lo fue de Mathat, 24 Que lo fue de Leví, que lo fue de Melchí, que lo fue de Janné, que lo fue de José,25 Que lo fue de Mathathías, que lo fue de Amós, que lo fue de Nahum, que lo fue de Heslí, que lo fue de Naggé, 26 Que lo fue de Mahath, que lo fue de Mathathías, que lo fue de Semeí, que lo fue de José, que lo fue de Judá, 27 Que lo fue de Joanna, que lo fue de Resa, que lo fue de Zorobabel, que lo fue de Salathiel, que lo fue de Neri, 28Que lo fue de Melchí, que lo fue de Addí, que lo fue de Cosán, que lo fue de Elmadán, que lo fue de Her, 29 Que lo fue de Jesús, que lo fue de Eliezer, que lo fue de Jorim, que lo fue de Mathat, que lo fue de Leví,30 Que lo fue de Simeón, que lo fue de Judá, que lo fue de José, que lo fue de Jonás, que lo fue de Eliakim, 31Que lo fue de Meleá, que lo fue de Menná, que lo fue de Mathathá, que lo fue de Natán, que lo fue de David,32 Que lo fue de Jessé, que lo fue de Obed, que lo fue de Booz, que lo fue de Salmón, que lo fue de Naasón, 33 Que lo fue de Aminadab, que lo fue de Aram, que lo fue de Esron, que lo fue de Pharés, que lo fue de Judá,34 Que lo fue de Jacob, que lo fue de Isaac, que lo fue de Abraham, que lo fue de Thare, que lo fue de Nachor,35 Que lo fue de Sarug, que lo fue de Ragau, que lo fue de Phaleg, que lo fue de Heber, que lo fue de Salé,36 Que lo fue de Cainán, que lo fue de Arfaxad, que lo fue de Sem, que lo fue de Noé, que lo fue de Lamech, 37 Que lo fue de Matusalem, que lo fue de Henoch, que lo fue de jared, que lo fue de Malalael, que lo fue de Cainán,38 Que lo fue de Henós, que lo fue de Seth, que lo fue de Adán, que lo fue de Dios.
Explicación
Hay en Jesús dos generaciones: una en cuanto Dios y otra en cuanto hombre. En cuanto es el Hijo de Dios, segunda Persona de la Trinidad Beatísima, es engendrado desde toda la eternidad por el Padre: es la generación del Verbo de Dios, que en forma tan sublime nos describe San Juan en el fragmento que acabamos de comentar.
Pero Jesús es hombre, como nosotros: tomó el Verbo de Dios una naturaleza humana ; toda la naturaleza, espíritu y carne, alma y cuerpo: y el cuerpo, o «carne», no lo trajo el Verbo del cielo, sino que lo tomó de las entrañas de una purísima Madre, de las que lo formó el Espíritu Santo por una acción maravillosa : «Fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de María Virgen», decimos en el Credo.
Fuera de la forma de la humana generación de Jesús, es, ésta igual a la de todo hombre. Es engendrado sin contacto carnal de varón : pero su carne es carne humana : es de nuestra misma especie, porque por María procede del padre universal de los hombres, Adán : dentro de nuestra especie, pertenece a una raza determinada, la israelita : «De los cuales (los israelitas) es el Cristo según la carne» (Rom. 9, 5): y dentro de la raza israelita, pertenece a una tribu, la de Judá, y a una familia concreta, a la que está ligado con los vínculos del parentesco según la sangre : es de la familia de David : «Jesucristo le fue hecho (a Dios) Hijo del linaje de David» (Rom. I, 3).
Este vínculo especial de carne y sangre, fundado en el hecho de la generación y que en el orden social e histórico se concreta en unos individuos de la misma sangre o familia que llevan unos nombres determinados y a través de los cuales, y remontándose en el curso de los tiempos, se puede llegar a un punto común de arranque, «la semilla», es lo que constituye la genealogía, que comúnmente llamamos árbol genealógico; por la semejanza natural que hay entre una familia y un árbol, y porque las genealogías tienen en el conocidísimo símbolo del árbol la forma gráfica de expresión más popular.
Antes de entrar en el estudio comparativo de ambas genealogías, notemos las singularidades de redacción de las mismas. La de Mt. empieza así: Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. «Libro» es aquí equivalente a tabla, serie, o catálogo de progenitores de quien se va a tejer la genealogía ; por lo mismo, no se debe extender la significación de la palabra más allá del v. 17; no a todo el capítulo, ni menos a todo el Evangelio como quisieron algunos exégetas.
La genealogía que se trata de tejer es la de Jesucristo: al nombre personal, Jesús o Salvador, añade el Evangelista el de dignidad, Cristo, Mesías o Ungido; con lo que el Evangelio de Mateo, que empieza con estas palabras, adquiere desde ellas extraordinario relieve: se trata del origen del Esperado de las naciones y Redentor del mundo.
Antes de tejer la serie de los antepasados de Jesús, se citan de ella dos grandes nombres: David y Abraham. Con el primer nombre del gran rey de Israel se denota la familia de la que Jesús era oriundo: todos los oráculos hacen al Mesías hijo de David; en el Evangelio se conoce muchas veces con este nombre (2 Reg. 7, 14; Ps. 88, 4o; Ier. 23, 5; Mt. 9, 27; 12, 23; MC. 1 o, 47; Le. 18, 38; Ioh. 7, 42). David es hijo de Abraham; a David, y no a Jesús, se refiere aquí la palabra «hijo». En el nombre del gran patriarca se concreta la raza del Mesías, ya que éste debía ser de la descendencia del fundador del pueblo de Dios (Gen. 12, 13; 18, 18), como en el de David se había designado la familia. Y empezando por la cabeza o tronco de Israel, Abraham, teje Mt. le genealogía de Jesús, indicando con la palabra «engendró» la transmisión de sangre de una a otra generación por línea recta.
En cambio Lucas en su genealogía no usa la palabra «engendró», sino » fue de…»; porque, como diremos más abajo, no da siempre la generación natural, sino algunas veces la legal. Por lo demás, Lc. teje la genealogía de Jesús en el momento en que nos lo ofrece recibiendo el bautismo de Juan en el Jordán y el testimonio del Padre, que le declara su Hijo amado, diciendo: Y el mismo Jesús comenzaba la misión que el Padre le confió al ser como de treinta años, época de su vida en que se dispone al ministerio público, hijo, según se creía, de José. Lo creían así los judíos sus contemporáneos, ignorantes como eran del misterio de la encarnación, pero sabedores del matrimonio de José con la Madre de Jesús.
LAS DOS GENEALOGÍAS. – Ofrecen ambas tan distintos caracteres, que los racionalistas las han calificado de inconciliables. No lo son; pero para que su lectura no engendre confusión, las ofrecemos en el siguiente cuadro, dando luego la solución de las dificultades que su cotejo ofrece.
SAN MATEO SAN LUCAS
Primer período: De Adán a los Patriarcas
Dios
Adán
Seth
Henós
Cainán
Malalael
Jared
Henoch
Matusalem
Lamech
Noé
Sem
Arfaxad
Cainán
Salé
Heber
Phaleg
Ragau
Sarug
Nachor
Tharé
SAN MATEO SAN LUCAS
Segundo período: De los Patriarcas a David
Común a los dos Evangelistas
Abraham
Isaac
Jacob
Judá
Pharés
Esrón
Aram
Aminadab
Naasón
Salmón
Booz
Obed
Jessé
David
SAN MATEO SAN LUCAS
Tercer período: De los Reyes
David Natán
Salomón Mathathá
Roboam Menná
Abías Meleá
Asá Eliakim
Josafat Jonás
Joram José
Ozías Judá
Joatán Simeón
Acaz Leví
Ezequías Mathat
Manasés Jorim
Amón Eliezer
Josías Jesús
Her
Elmadán
Cosán
Addí
Melchí
Nerí
SAN MATEO SAN LUCAS
Cuarto período: De los Jefes de Judá
Jeconías Salathiel
Salathiel Zorobabel
Zorobabel Resa
Abiud Joanna
Eliacim Judá
Azor José
Sadoc Semeí
Achim Mathathías
Eliud Nahath
Eleazar Naggé
Mathán Heslí
Jacob Nahum
Amós
Mathathías
José
Janné
Melchí
José Leví
Mathat
Jesús Helí
José
Jesús
COMPARACIÓN DE AMBAS GENEALOGÍAS. – Como se ve, ambas tienen de común la serie que va de Abraham a David. Fuera de esto, no convienen más que en los nombres de Salathiel, Zorobabel y José.
Es diversa la forma de tejer las genealogías: la de San Mateo es descendente, de Abraham a Jesús; la de San Lucas es ascendente, de Jesús a Adán y a Dios. La razón parece ser que Mt. escribía para los judíos, intentando por lo mismo demostrar que Jesús era descendiente del padre y fundador de Israel, según las divinas promesas; mientras que Lc. escribe para los gentiles, y remonta hasta Adán la genealogía de Jesús, por la universalidad de las promesas de redención que debía extenderse a todo hijo del primer tronco.
Tampoco convienen en el número de generaciones: Mt. enumera tres series de catorce: 14 de Abraham a David; otras tantas de David al destierro de Babilonia; y también 14 de la emigración de Babilonia a Cristo. Aunque suponen algunos que obedece este cómputo a un procedimiento mnemónico, para mejor retener la larguísima serie; pero mejor parece que el Evangelista quiso encerrar en este número un sentido misterioso, a saber, jalonar las tres grandes etapas de la historia del pueblo de Dios: de su fundación en Abraham a su momento de mayor esplendor y fuerza, en David; de éste a la ruina, por la invasión de los caldeos; y de esta época desgraciada a la restauración definitiva por el Cristo o Mesías, cuya genealogía se describe.
Una particularidad de la genealogía de Mt. es que en ella se omiten tres reyes de la serie que va de David a Josías: Ocozías, Jonás y Amasías. O es una voluntaria laguna por el pie forzado del procedimiento mnemónico o del sentido profético a que aludimos, o se debe, en opinión de San Jerónimo, a que, habiéndose el padre de Ocozías, Joram, aliado con una extranjera, la famosa Atalía, debió borrarse su nombre hasta la cuarta generación.
Otra nota de esta genealogía es que Mt. hace entroncar en ella a mujeres pecadoras, sobre las que fija la atención: Engendró Judá, de Tamar, a Pharés y Zara…: y Tamar fue nuera del padre de sus hijos, que, por lo mismo, lo fueron de incesto. David engendró a Salmón, de aquella que fue de Urías; y ya sabemos el crimen cometido por el gran rey. Es que Jesús, que vino a destruir el pecado, quiso, aunque sin contaminarse y naciendo de una santísima familia, contar a pecadores entre sus ascendientes, para mayor prueba de su condescendencia y humildad.
Pero la principal dificultad que ofrece el cotejo de ambas genealogías es la casi total desemejanza de los nombres que en ellas figuran. Fuera de los catorce nombres correspondientes a la época patriarcal, pocas son las coincidencias entre ambas genealogías.
Dos sistemas de conciliación se han propuesto. Uno, que no se remonta más allá del siglo xv, supone que San Mateo da la genealogía de Jesús por José, y San Lucas, por María. Esta explicación suprime toda dificultad, pero tiene poco arraigo en la tradición. Por otra parte no hay inconveniente en aceptar la genealogía legal de José, sobre todo escribiendo San Mateo para los judíos, toda vez que no se computaba entre ellos la genealogía de la mujer.
El sistema tradicional de conciliación, propuesto ya a principios del siglo III por Julio Africano, célebre cronógrafo que dice haber recogido los datos de labios de los parientes del Señor, supone que ambas genealogías son de la rama de José, padre putativo de Jesús, y que las divergencias de las mismas se explican por la aplicación de la ley del levirato entre los ascendientes del Santo Patriarca. Así San Mateo daría la lista de los ascendientes naturales de José, y San Lucas la de los legales.
Prescribía la ley del levirato (Deut. 25, 5.6) que cuando enviudaba una mujer sin hijos, el hermano soltero del marido difunto venía obligado a casar con ella; el primogénito nacido de este segundo matrimonio debía tomar el nombre del primer marido difunto, que resultaba padre legal del hijo de su hermano. Era una ley a la vez de carácter económico y tradicional, en virtud de la cual se conservaba la propiedad y se robustecía el tronco o línea recta de las familias en Israel.
He aquí la explicación de las genealogías según este sistema. Mathán, hijo de David por la línea recta de Salomón y abuelo que debía de ser de San José, casó con Estha, de la que tuvo a Jacob, padre del glorioso Patriarca; muerto Mathán, casó Estha, su viuda, con Mathat, descendiente asimismo de David por la línea colateral de Nathán, y de este segundo matrimonio nació Helí. Jacob y Helí eran, pues, hermanos uterinos. Casado Helí y muerto sin hijos, su esposa, en virtud de la ley del levirato, casó con Jacob, y de este segundo matrimonio nació San José, hijo natural de Jacob y legal de Helí. San Mateo da la genealogía natural de José por la línea de Jacob, y San Lucas la genealogía legal por la de Helí.
Por la misma ley del levirato se explicaría la otra desviación de la línea genealógica. Salathiel sería hijo natural de Herí, descendiente de David por Nathán, casado por ley de levirato con la esposa de Jeconías, muerto sin sucesión, e hijo de David por la línea de Salomón. Esta concordia de las dos genealogías aparece objetivamente en el siguiente esquema :
Esta explicación es más autorizada que la primera. Tiene en su favor el voto de muchos Santos Padres. Aun en tiempos modernos la adoptan gran número de intérpretes, entre ellos nuestro Maldonado, y entre los actuales, Knabenbauer.
Extrañan algunos que den los Evangelistas la genealogía de José y no la de María. Es debido, en primer lugar, a que entre los judíos no se computaban las mujeres en las genealogías. Además, como nota Patrizi, por testimonios de la Escritura y de los Padres se demuestra el parentesco de José y María, tan próximo, que el citado exégeta supone a José tío paterno de la Santísima Virgen: otros les hacen primos carnales de donde se infiere que la genealogía de José es la misma de la Virgen, y, por lo mismo, es la genealogía, según la carne, de nuestro amabilísimo Redentor.
Lecciones morales.
a) v. 1. —Libro de la generación… — El inconcebible abajamiento de un Dios que se hace carne, tornándola de la masa común de la humana naturaleza y entroncando con una familia humana, y por ella con toda la humanidad, ya que todos procedemos de un mismo tronco, debe fomentar nuestra fe y nuestra esperanza de llegar, por nuestro Hermano Jesús, a Dios, de cuyo seno vino para hacerse hombre. Cuando oigáis decir que el Hijo de Dios es asimismo hijo de David y de Abraham, dice el Crisóstomo, no dudéis que también vosotros podéis llegar a ser «hijos de Dios». No se habría abajado tanto, si no hubiese querido levantaros a Él. Nació de la carne para que vosotros nacierais del espíritu.
b) vv. 3.5.6.— Judá engendró de Tamar… Salmón, de Rahab… Booz, de Ruth… David, de la que fue de Urías… — Entre los ascendientes de Jesús hay santos y pecadores. Los nombres de Bethsabé y María no sufren comparación, desde el punto de vista moral. Tamar comete incesto con su suegro. Ruth es moabita, y por consiguiente idólatra antes de casar con Booz. Rahab es de origen gentil y meretriz. Ello debe confundirnos cuando nos avergonzamos de nuestra humilde condición o de la sencillez y rusticidad de nuestros progenitores. Como es un reproche contra quienes consideran los méritos y grandezas de sus mayores como timbre único de su valer personal. Dios no es aceptador de personas, y estima en cada cual la personal cooperación a sus dones de naturaleza y gracia.
c) v. 16. Y Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús.— José, por ser esposo de María y padre legal de Jesús, y María por ser la Madre natural de Jesucristo en cuanto hombre, ocupan un rango elevadísimo en la escala de la dignidad humana y de la santidad que quiso Dios estuviera aneja a esta dignidad. Aprendamos, primero, el amor de Jesús a la santidad y especialmente a la pureza de los dos santísimos esposos, ya que Él ,santísimo, que ha consentido entroncaran en su genealogía personajes pecadores, no quiere, para su cuidado inmediato y para convivir en familia, más que la flor de la santidad; para que aprendamos nosotros a buscarla y procurarla en nuestros domésticos. — Y en segundo lugar, tengamos en grande estima la devoción a María y José, por su solidaridad con Jesús, por su poderoso valimiento y por las excelsas virtudes de que podemos en ellos tomar ejemplo.
d) v. 17. — De manera que todas las generaciones de Abraham hasta David son catorce generaciones… —Estas genealogías son invicto testimonio de la providencia de Dios y de sus designios sobre la redención del mundo. A través de miles de años, y de obstáculos de todo género, ha conducido a la humanidad, a una raza, a una familia, hasta el punto de la historia en que nació este vástago divino, verdadero centro y punto culminante de la historia de la humanidad. Hasta este momento se conservaron en tal forma las genealogías, especialmente la de la familia de David, que no era posible ignorarlas o adulterarlas: el celo de la religión y de la patria colaboraron en su conservación. Cumplida su finalidad, se han perdido las genealogías del pueblo escogido, en forma que el rabino Maimónides diga: «Nuestras familias están entremezcladas, hasta el punto de que no puedan distinguirse unas de otras.» La vana esperanza de los judíos, que aguardan aún que el futuro Mesías restablecerá con su poder todas las genealogías perdidas, es prueba de que no habrá más Redentor que el que de su raza vino. «Jesucristo ayer y hoy, el mismo también en los siglos» (Hebr. 13, 8).