Ante la negativa por parte de algunos católicos de aceptar la doctrina de la Iglesia sobre la gravedad del precepto dominical me planteé la cuestión y la respuesta es muy sencilla:
No saben qué es la Santa Misa. (1)
Imagínese que quieren hacer un regalo muy especial a un amigo, un regalo que les va a llevar unas 200 horas de trabajo exclusivo. Cuando lo tienen terminado, van con toda la ilusión del mundo a ofrecer el regalo, y su amigo, apenas se inmuta y se muestra indiferente. Ante la insistencia de que su amigo abra el regalo, éste ni desea abrirlo, le dice que quizá otro día, que está divirtiéndose con otros amigos.
Si su amigo tuviera la osadía de decirle a usted que lo estima, que usted le importa de verdad… ¿Después de esta experiencia usted lo seguiría considerando un amigo?
Ahora piensen en Nuestro Señor Jesucristo, que para poder ofrecernos el mejor regalo, su Cuerpo y su Sangre, nada más y nada menos que sufre la Pasión y la Muerte. Es decir, aparte del enorme sufrimiento interior de cargar con todo el peso de nuestros pecados, suda sangre, es flagelado, atravesado en la cabeza con una corona de espinas, insultado, escupido, golpeado, cargando una enorme cruz para finalmente ser crucificado en ella.
Lucas 22: 41-42 «…y poniéndose de rodillas, oraba, diciendo: Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya«.
Me sorprende dolorosamente que muchos dicen querer a Jesús pero desprecian su mejor regalo. Amigos míos, es lo que rechazamos sino vamos a Misa los domingos sin justificación grave. Si rechazamos el Sacrificio de la Misa, aparte de despreciar el don que Cristo nos ofrece y que tanto le costó rechazamos nuestra propia salvación.
Juan 6: 50-58 «Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne.
Los judíos entonces contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como el que vuestros padres comieron, y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
¿Que mejor manera de agradecer al Señor su regalo que aceptándolo asistiendo a misa y acompañarlo en su Pasión, Muerte y Resurrección y comulgando si estamos en gracia?
«Si los hombres conocieran el valor de la Santa Misa, la policía tendría que estar siempre en las puertas de las Iglesias para mantener el orden por la gran cantidad de gente que asistiría.»
San Pío de Pietrelcina.
Santiago Llull
(1) Es justo mencionar que los cambios litúrgicos acaecidos después del CVII han contribuido en cierto modo a diluir el verdadero significado de la Misa.