Seres finitos, ofensa infinita

¿Podrán criticar los “ultra…”?

    Ayer, 8 de abril de 2024, cobró carta de ciudadanía el documento ‘Dignitas Infinita’, firmado por el Prefecto para la doctrina de la fe, Mons. Víctor M. Fernández, aprobado por Francisco, y que, según se dice, su elaboración llevó cinco años. Algunos con no disimulada jactancia manifestaron que “esta vez no podrán criticar nada los ultra…”, o sea, gente como el que ahora está probando que, tristemente, lejos de no haber nada hay bastante para observar. La misma jactancia en la que se intenta parar una supuesta ortodoxia, no prueba un vínculo con la ortodoxia sino otra manera de acariciar la heterodoxia.

    Como punto de partida de este análisis diré que el documento Dignitas Infinitas prueba holgadamente su lejanía con lo sobrenatural y su insistencia en poner al hombre como centro de todo: lo llamaré a eso inmanentismo curial. De esto último hemos visto hasta el hartazgo en varios documentos emanados de altos jerarcas, desde Juan XXIII al actual Pontífice.

    Hablar de una dignidad infinita en referencia al hombre me resulta de una mayúscula indignidad finita; y va esto último de “finita” de puro relleno -es tautológico-, pues en relación al hombre, ser finito, lo digno y lo indigno no son infinitos. Solo Dios es infinito.

    Como no podía ser de otra manera, en textos que aún son amantes de las novedades, la de cal y la de arena, no faltarán. Por aquí, alguna que otra referencia de doctrinas de otrora, mas por acá va el dulcecito ponzoñoso mundano.

    • Dignidad ontológica – Dignidad moral (Prácticamente silenciada)

    En el texto del Prefecto no hay referencia al pecado que mata el alma, que condena al espíritu al infierno si, dado el caso, la muerte lo sorprendiese en tal estado. De comienzo a fin del texto su énfasis se circunscribe a la “dignidad ontológica”, y cada dos por tres circunscribe todo a dicha calificación, aquella basada en el ser. Se dice apenas dos palabras sobre la “dignidad moral”, para diferenciarla de la primera y de otras dos (dignidad social y existencial). Y aquí se opera una radical giro con la doctrina bimilenaria, pues a la Iglesia Católica siempre enfatizó la “dignidad moral”, que tiene que ver con el obrar, dado que, es bajo tal dignidad que uno alcanza o pierde la salvación eterna.

    El tema de marras ya se ve allá por 1894 cuando Marc Sangnier fundó su revista “Le Sillón”, y a través de tal medio comenzó a dar rienda suelta a sus coloridos fantasmas de conciliar la Iglesia con los principios de la Revolución Francesa. Sangnier puso sus fichas en la “dignidad humana”. San Pio X le dará con el garrote en su Carta ‘Notre Charge Apostolique’, del 25 de agosto de 1910, en la que se lee cosas como: “El ‘Sillon’ tiene la noble preocupación de la dignidad humana, pero esta dignidad la entiende al modo de ciertos filósofos que la Iglesia está lejos de alabar (…). ¿Qué debemos pensar de este respeto por todos los errores y de la extraña invitación hecha a todos los disidentes por un católico, para fortalecer sus convicciones por el estudio y sacar de ellas fuentes siempre más abundantes y nuevas fuerzas? ¿Qué debemos pensar de una asociación en la cual todas las religiones y aún el librepensamiento puede manifestarse en alta voz y a su gusto? (…). El Sillon no forma de ahora en más sino un miserable afluente del gran movimiento de apostasía organizado, en todos los países (…). Nos no conocemos sino demasiado las oscuras oficinas en donde se elaboran estas doctrinas deletéreas (…). No temen proferir blasfemas aproximaciones entre el Evangelio y la Revolución”.

    Completaré los dos párrafo anterior con estas magistrales palabras: “La dignidad humana radical es, por cierto, la de una naturaleza inteligente, capaz, por consiguiente, de una elección personal, pero su dignidad terminal (final) consiste en adherir ‘en acto’ a la verdad y al bien. Es esta dignidad terminal la que merece para cada cual la libertad moral (facultad de obrar) y la libertad de acción (facultad de no ser impedido de obrar). Pero, en la medida en que el hombre se adhiere al error o se apega al mal, pierde su dignidad terminal o no la alcanza y no pude fundarse nada sobre ella. Esto es lo que enseñaba magníficamente León XIII en los textos ocultados por Vaticano II (Monseñor Marcel Lefebvre, Le Destronaron, ed. San Pio X, Buenos Aires, 1987, p. 192).

    • Una finalidad inmanensista – Despunta el Naturalismo

    Cuando se concluye de leer la extensa declaración DI, se aprecia más el fin inmanentista que queda estipulado desde un primer momento en la ‘Presentación’ de la misma: “la Declaración se esfuerza por mostrar que estamos ante una verdad universal, que todos estamos llamados a reconocer, como condición fundamental para que nuestras sociedades sean verdaderamente justas, pacíficas, sanas y, en definitiva, auténticamente humanas”. ¿Y? ¿Para qué sirve eso? Eso es –no me canso de decirlo mal que a muchos les pese escucharlo- el itinerario masónico. Es naturalismo. Atacar el aborto, la eutanasia, la ideología de género, y otras barajadas del infierno, ¿de qué sirve sino se dice que lo primero y principal que se está violando son los derechos de Nuestro Señor Jesucristo, y que quien los viola pone en peligro su salvación eterna? Estamos frente a otro documento que, si bien se mira, no se dirige  a los católicos sino a los que han venido a denominarse “familia humana”, “la fraternidad universal”, los integrantes de “la casa común”, o sea, de nuevo, todas expresiones de pura cepa masónica. De aquí a la China es puro camelo eso de que entre los hombres alcanzaremos una “sociedad justa, pacífica, sana y auténticamente humana” si logramos todos fundarnos en la dignidad humana; solo alcanzaremos lo mencionado, cuando verdaderamente el centro de todo vuelva a ser Cristo Rey, en nuestra alma y en nuestras sociedades.

    • Revelación Bíblica

    En el punto 11 de la Declaración objeto de análisis se habla de que Dios crea al hombre a su “imagen y semejanza.” Se insistirá en los sucesivos puntos en la cuestión de la “imagen”. Ya desde antiguo se veía en “la imagen” lo relativo a los dones naturales y en la “semejanza” lo referente a los dones sobrenaturales. Por el pecado, la imagen queda herida y los dones sobrenaturales se pierden. Gracias a la Redención, como bien dice Monseñor Straubinger, se restauró “esta grandiosa idea de la semejanza del hombre con Dios mediante nuestra inserción vital en Cristo.” También en el punto 11 (insisto, punto estrictamente bíblico, y que tocará cosas todas del Antiguo Testamento) que “todo ser humano es amado y querido por Dios en sí mismo y, por tanto, es inviolable su dignidad.” Pero esta parafernalia mundialista de la ‘dignidad ontológica’ parece poco importarle, por caso, al Profeta Elías, al que sí le importaba la dignidad moral: “Elías respondió y dijo al capitán de los cincuenta: ‘Si yo soy varón de Dios, baje fuego del cielo y te consuma a ti y a tus cincuenta’. Y descendió fuego del cielo y le consumió a él y a sus cincuenta” (IV Libro de los Reyes, 1, 10). Y dicha operación incendiaria la repitió exactamente una segunda vez, con iguales efectos y en igual número de muertes (IV Libro de los Reyes 1, 12). Eso les pasó por andar de migas con Beelcebub. Mas ¿qué dirán si todavía les recordamos lo que hizo el Profeta Eliseo con varios muchachos que se burlaron de él, de su calvicie, cuando iba a Betel?  “Él se dio vuelta, los miró y los maldijo en nombre de Yahvé, y salieron dos osas del bosque que destrozaron cuarenta y dos de esos muchachuelos” (IV Libro de los Reyes 2, 24). Como enseña San Juan Crisóstomo, se trataba de idolatras de Betel que en la persona del profeta Eliseo, en realidad se estaban burlando de Dios, por eso Dios ratifica “terriblemente su maldición” (comenta Straubinger).

    • Declaración de las Naciones Unidas

    En el punto 14 leemos que “se utiliza el término dignidad en la Declaración de las Naciones Unidas de 1948, donde se habla de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. En el punto 23 se cargan balas con lo mismo.  Insissto: los destinatarios de los documentos de algunos eclesiásticos van ya dirigidos no a los católicos sino a la “familia humana”. Ideal ese de la misma ONU que alimenta el aborto y otras aberraciones infrahumanas. ¡Consúltenle a la confesa masona Michelle Bachelet, que en Chile siendo presidente impulsó con seudoleyes el aborto y la ideología de género, y oh “coincidencias” de la vida, ocupa ahora el cargo honorífico de ‘Presidenta de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño de a Organización Mundial de la Salud! En jerga barrial, aquí en mi pueblo, le llaman: alta joda. 

    • La Libertad Religiosa

    Tampoco podía faltar la defensa hacia la “libertad religiosa”, claro está, conforme a la moderna visión que de ella se trae desde Vaticano II. Así, en el punto 31 in fine se lee: “se deberá también reafirmar el derecho fundamental a la libertad religiosa”. Bien ha dicho Monseñor Marcel Lefebvre sobre tal visión: “La libertad religiosa de Vaticano II es una visión masónica”, y que “la libertad religiosa es la apostasía legal de la sociedad”. No olvidemos que en ella va la caricia amaña hacia el falso ecumenismo. El teólogo dominico Garrigou-Lagrange lo expresó así: “no se sigue que la libertad de cultos, considerada en sí misma, sea sostenible para los católicos como principio, porque ella es de suyo absurda e impía; en efecto, la verdad y el error no pueden tener los mismos derechos” (De Revelatione, tomo II, -octava objeción-, 1921, ed. Ferrari y Gabalda, p. 451).

    • Pena de muerte

    La cuestión de la pena de muerte se funda ahora en lo que dicen en el nuevo catecismo, y en esa insistencia de verla como algo indigno, no solo se desacredita vía elucubración propia a santos que la sostuvieron (como San Agustín y Santo Tomás de Aquino); no solo desacredita a eminentísimos pensadores de todos los tiempos que la han defendido con razones de peso (v.gr. el R.P. David Núñez en su erudita obra La Pena de Muerte); sino que va contra las mismas Escrituras que la avalan. Si en estos tiempos conviene o no aplicarla, es otro cantar; mas tratarla de indigna en sí, me resulta grueso error. En el punto 34 de la DI se expresa: “la pena de muerte (…) viola la dignidad inalienable de toda persona humana más allá de cualquier circunstancia”. En el Levítico se lee: “Yahvé habló a Moisés y dijo: ‘di a los hijos de Israel: Cualquier hombre de entre los hijos de Israel o de los extranjeros que habitan en Israel, si entregare uno de sus hijos a Moloc, será muerte irremisiblemente” (20, 1). Y no se me endilgue que me acabo de ir bastante lejos en el tiempo, pues su mismo texto moderno una y otra vez destaca “más allá de cualquier circunstancia”.

    • La guerra

    Se condena a la guerra como algo completamente indigno, incluso en “legítima defensa”. En el punto 38 se lee: “Otra tragedia que niega la dignidad humana es la que provoca la guerra, hoy como en todos los tiempos”. Y citando a Francisco se dirá: “La íntima relación que existe entre fe y dignidad humana hace contradictorio que se fundamente la guerra sobre convicciones religiosas: quien invoca el nombre de Dios para justificar (…) la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma”. Un golpe bajo para las Cruzadas, para santísimos hombres como San Luis Rey de Francia o Santa Juana de Arco. De modo que Dios se ha equivocado al comandar desde el cielo guerras del Antiguo Testamento, y las voces que guiaban a Santa Juana de Arco deberían reprochar a Dios en nombre de la “infinita dignidad” del superhombre moderno Sus descabelladas intervenciones. El pacifismo en nombre de la religión no es paz verdaderamente religiosa. Con cuanta visión (profética) sostuvo el Atanasio de nuestros tiempos, Monseñor Marcel Lefebvre, allá por 1987: “Quieren disculpar todo el pasado de la Iglesia: las Cruzadas, la Inquisición, etc”.

    Varias cosas más habría para decir sobre Dignitas Infinita, como que no deja de ser también un peldaño para que allí se monten los bendecidos por la Fiducia Supplicans. Ellos te lo repiten varias veces: dignidad “más allá de toda circunstancia”.

    Se usó el importantísimo día de la Anunciación de María para hacer aparecer el texto heterodoxo consabido. Pensar que es Ella quien aplasta a la serpiente infernal y a todas las herejías.

    Retorno en el final de este escrito a lo que siempre afirmo cuando toca hacer observaciones como las aquí expuestas –cosa que, por cierto, desearía no tener que estar haciéndo-: algunos les parecerán palabras duras e incluso impertinentes y provocativas, mas, lejos de eso, intentan aportar luz en la caridad. Me gusta lo de Dom Guéranger : “Hoy más que nunca (…) la sociedad necesita doctrinas fuertes y consecuentes consigo mismas. En medio de la destrucción general de las ideas, la afirmación sola, firme, densa, sin mezcla, logrará la aceptación. Las transacciones se hacen cada vez más estériles y cada una le arranca un jirón de verdad (…). Mostraos pues (…) tal como sois en el fondo: católicos convencidos (…). Hay una gracia unida a la confesión plena y entera de la Fe. Esta confesión, como dice el Apóstol, es la salvación de los que la hacen y al experiencia demuestra que lo es también de aquellos que la escuchan” (El sentido cristiano de la historia, ed. Nouvelle Aurore, París, 1977, págs. 31 y 32).

    Tomás I. González Pondal
    Tomás I. González Pondal
    nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.

    Del mismo autor

    «Id»

    Un hombre que posee una riqueza incalculable podrá con precisión hablar...

    Últimos Artículos