El día empieza después del triple canto del gallo
Es la señal precisa que Jesús había dado a Pedro: que le habría negado antes del canto del gallo. Conocemos las lágrimas amargas del apóstol después de que el hecho, predicho por el Maestro, se verificó puntualmente.
En tiempos pasados, las personas que tenían necesidad de levantarse temprano, se regían por el armonioso canto del gallo. Hoy día, en cambio, no es fácil que esto ocurra. Considero afortunados a cuantos viven en aquellas localidades donde los animales son, casi, de casa, sin ser relegados a prados y campos aislados.
Aún existen pueblos donde, junto a una bella iglesia, hay perros y gatos, gallos y gallinas y otros animales. Y siempre, el gallo es puntual cuando, en el corazón de la noche, canta por primera vez “quiquiriquí”. No tiene una trompeta, pero se las arregla muy bien y su canto resuena hasta muy lejos.
Donde no se quiere ser molestado y no se quiera llevar tapones en los oídos, llegándose al punto de poner denuncias e, incluso, los ciudadanos atacan a los campesinos que aman la naturaleza. ¿La naturaleza? Sí, o madre naturaleza, que sigue siempre las leyes del Creador. ¿Por qué?, nos preguntamos aterrados. ¿Por qué todo lo que Dios ha creado y querido, no es aceptado y, más bien, se ve obstaculizado al máximo? ¿Por qué? Al alba, resplandece la estrella de la mañana y el pueblo cristiano no tarda en ver en esta estrella luminosa, más que todas las otras, la figura de la Virgen María, por medio de la cual vino al mundo el Salvador. Bendita sea María siempre Virgen, bendita sea entre todas las mujeres.
Después del alba, viene la aurora: sale el sol, así como en Navidad, con el nacimiento del Salvador, surge para la humanidad el sol de la justicia. La Sagrada Liturgia prevé, para ese día santo, la misa de la aurora, que se celebra de buena mañana.
Y cuando empieza al día, el gallo ya no canta más; normalmente, no lo hace más, salvo alguna rara excepción. Yo le he oído cantar, cuando aún era un niño y hubo un eclipse total de sol. Entonces estaba en el seminario, el menor, y todos, incluso el obispo, estábamos armados con cristales ahumados para observar el fenómeno excepcional. Antes de que volviera a resplandecer el sol, fue como si se iniciara un nuevo día. Y fue entonces, que oímos al gallo cantar nuevamente, heraldo del día.
Queridos amigos, les he hablado de lo que sucede en la naturaleza, siguiendo las leyes grabadas por el Creador; por tanto, por Dios, el Verdadero y Único Dios, aquel que es Uno y Trino. Los dioses falsos y mentirosos no entran en esta cuestión, no entrarán en este orden que reina en la Creación. Sin embargo, muchos continúan yendo detrás de las fábulas y quisieran impedir el canto del gallo siquiera para anunciar el inicio de un nuevo día. Por favor, dejemos cantar la gallo, por ser tan bello su canto, tan natural.
Presbiter senior
[Traducido por H.A.]