La regularización de la obra del arzobispo Lefebvre

Nota del editor: esta es una versión ampliada de un artículo que apareció en una reciente edición impresa de The Remnant. Lo reproducimos aquí en aras de fomentar un debate constructivo sobre lo que podría llegar a ser (si sucediese) el acontecimiento más significativo en la Iglesia desde Summorum Pontificum. Estas discusiones en anticipación del hecho a mi me parecen apropiadas, y no deben interpretarse como un ataque a aquellos que están a favor de la regularización. Hay hombres de bien en ambos lados de este tema, lo que sigue es únicamente la opinión de un hombre que podría estar muy equivocado. Esto es lo que yo veo —alguien ajeno a esas deliberaciones— así que el lector es perfectamente libre de descartar mi desasosiego y continuar siendo mi hermano y compañero de lucha. MJM

The Remnant no trafica en rumores. Sin embargo, los rumores han abundado durante los últimos meses en torno a una inminente regularización de la Fraternidad de San Pío X, culminando finalmente con una confirmación por parte del Superior General, el obispo Bernard Fellay, en el sentido de que estos son más que simples rumores y que el asunto está lejos de ser resuelto.

Dado que la misión del Papa Francisco es socavar todo cuanto sea católico, cualquier «regularización» de la FSSPX por el Vaticano —independientemente de las condiciones— inevitablemente causa recelo entre los amigos de la FSSPX. El obispo Fellay entiende esto, me parece, y sabe que la raíz de esa inquietud es solamente zozobra por la FSSPX. Él mismo, de hecho, comparte esas preocupaciones. Su excelencia aseveró recientemente, en una entrevista ampliamente divulgada, que a pesar de que Roma parece buscar la regularización «eso no significa que vamos a asentir a ello, debemos proceder con gran prudencia,  asegurar nuestro futuro y evitar así cualquier posibilidad de una trampa. Por lo tanto, no nos moveremos con prisa en torno a esta situación».

Sabias palabras. A estas alturas, dadas las injusticias a que el Papa Francisco y sus sicarios eclesiales han sometido a los  Franciscanos de la Inmaculada, por ejemplo, por su deriva hacia la tradición, algunos de nosotros no podemos imaginar que cualquier intento de regularización del Vaticano sea ni más ni menos que una posible trampa. Después de todo, un Papa que se las arregló para de socavar la milenaria Orden Soberana de los Caballeros de Malta debe tener suficiente confianza en su habilidad de sacarle la vuelta a una flamante prelatura personal de la FSSPX.

Sea como sea, es difícil imaginar —dada la estructura jerárquica de la Iglesia— al Papa comprometido a las condiciones de la prelatura de cualquier simple fraternidad de sacerdotes católicos. Fue, ante todo, el abuso de poder del Vaticano, y no la crítica al Concilio Vaticano II y a la Nueva Misa por parte de la FSSPX, lo que dio lugar al «cisma». Proponer que, en caso de que ocurriesen arbitrariedades parecidas después de la «regularización», la FSSPX podría simplemente «resumir su camino anterior» es ignorar la abrumadora eficacia de la estrategia de dividir y conquistar que el Vaticano ha utilizado hasta el momento.

Es más, si el Papa Francisco efectivamente quiere ofrecer una regularización incondicional ¿qué se lo impide? Con una guinda de su bolígrafo pontificio la FSSPX quedaría regularizada esta misma noche, y san se acabó. El hecho de que no ha sido así da a no pocos de nosotros mucho que pensar acerca de sus intenciones.

Hay aquí, también, una cuestión de justicia natural que debemos considerar: ¿Está el Vaticano dispuesto a pedir perdón póstumamente a Mons. Lefebvre por la grave injusticia que fue perpetrada en su contra, un hijo tan fiel a la Iglesia del siglo XX? ¿Está el Vaticano dispuesto a agradecer a la FSSPX haber preservado la tradición de la Iglesia durante el último cuarto de siglo? ¿O acaso está el Vaticano empeñado en proseguir con tesón un programa ultra modernista que se beneficiaría de recuperar el control de su oposición tradicionalista más poderosa?

Cierto, dice el argumento, pero la FSSPX tendría una prelatura personal que les permitirá seguir adelante, ¡tal como son! ¿En serio? ¿Desde cuándo funciona  la Iglesia de esa manera? Estamos hablando de una institución jerárquica en la que la FSSPX , me parece, podría «seguir adelante ¡tal como son!» mientras que el tipo a cargo se los permita. Incluso en una Prelatura quedarían sujetos a los caprichos del Papa Francisco, de quien necesitarían permiso para seguir criticando el Vaticano II y la Nueva Misa. ¿Desde cuándo reciben los contrarrevolucionarios permiso de los revolucionarios para oponerse a la revolución? A simple vista parece un absurdo.

En su sermón en ocasión de las consagraciones Episcopales de 1988 en Econe, Suiza, Mons. Lefebvre dejó muy claro que su decisión de seguir adelante sin el favor del Vaticano no era simplemente una medida prudente para salvar a su Sociedad. Aquel día un viejo soldado con el corazón quebrantado se fue a la guerra; y no, no estaba cabildeando por el derecho de criticar ciertos elementos del Segundo Concilio Vaticano. El arzobispo comprendió que Satanás había dado un golpe de estado en Roma, que su obligación era tomar una decisión consciente para hacer frente a un Vaticano que había traicionado a la Iglesia.

«Nos volvemos a la Santísima Virgen María», dijo el arzobispo aquel día fatídico. «Bien sabéis… de la visión profética de León XIII, donde se revela que un día «la Sede de Pedro sería ocupada por la iniquidad»… ¿Se habrá cumplido ya? ¿Lo será mañana? No lo sé. Pero, en cualquier caso, ya se ha presagiado. La iniquidad puede, sencillamente, ser el error. El error es iniquidad: no profesar la fe inmemorial, la fe católica, es un grave error. Si alguna vez hubo iniquidad, hela aquí. Y creo sinceramente que jamás ha habido mayor iniquidad en la Iglesia que Asís [la reunión ecuménica de oración de las religiones del mundo en 1986], algo contrario al primer mandamiento de Dios y al primer artículo del credo».

El arzobispo encaminó entonces sus pensamientos a Nuestra Señora del Buen Suceso: «hace poco, el sacerdote  encargado del Priorato de Bogotá, Colombia, me trajo un libro acerca de la aparición de Nuestra Señora del Buen Suceso… Nuestra Señora profetizó sobre el siglo veinte, diciendo explícitamente que durante la mayor parte de ese siglo y durante el siglo XIX los errores se generalizarían cada vez más en la Santa Iglesia y la pondría en una situación catastrófica. La moral se corrompería y la fe desaparecería. Parece imposible no ver que ya está ocurriendo hoy».

Más adelante, en una emotiva nota personal: «Perdón por insistir en este relato de la aparición, pero Nuestra Señora habla de un prelado que se oponen terminantemente a esta ola de apostasía e impiedad, salvando el sacerdocio con la formación de buenos sacerdotes. No quiero decir que la profecía se refiere a mí; pueden ustedes llegar a sus propias conclusiones al respecto. Pero me quedé estupefacto al leer esas líneas y no puedo negar que existen, ya que están registradas y depositadas en los anales de esta aparición».

Mons. Lefebvre  no parece aquí demasiado preocupado por obtener permiso sencillamente para «dedicarse a la experiencia de la tradición». No parece estar simplemente solicitando una coexistencia ecuménica pacífica de la Sociedad dentro de la «comunidad católica cristiana». Por el contrario, reconoce su deber sagrado ante Dios de oponerse abiertamente al pernicioso mal dentro de la Iglesia —mal contra el que fuimos alertados por Nuestra Señora misma.

«Ustedes, por supuesto, bien saben de las apariciones de Nuestra Señora de La Salette, donde nos dice que Roma perderá la fe, que habrá un «eclipse» en Roma; un eclipse, ven ustedes lo que Nuestra Señora quiso decir con esto», les recordó a sus oyentes aquel aciago día Mons. Lefebvre. Traía también a Nuestra Señora de Fátima en la mente: «(…) finalmente, aún más cerca de nosotros, el secreto de Fátima. Sin duda, el tercer secreto de Fátima debe haber hecho alusión a esta oscuridad que ha invadido a Roma, esta oscuridad que ha invadido el mundo desde el Consejo». A lo que añado que esta oscuridad sólo se ha tornado aún mas turbia durante el reinado del Papa Francisco en Roma.

El arzobispo estaba sentando las bases de una oposición total al Vaticano y a su revolución modernista, no sólo a algunos aspectos problemáticos de uno o dos de los documentos del Consejo. Y casi treinta años después esa situación mala es ahora peor; incluso muchos comentaristas «neo-católicos» suenan hoy la misma alarma de monseñor Lefebvre de hace treinta años. La reivindicación total del arzobispo Lefebvre y su histórica defensa de la tradición católica está ya a la mano. ¿Será eso lo que tiene preocupado al Papa Francisco?

¿Qué haría yo si estaría en el lugar del obispo Fellay? Soy laico y por lo tanto el punto es irrelevante. Sería mucho más fácil para mí, un simple laico, informar respetuosamente a los actuales progresistas traidores a cargo del Vaticano que, mientras ellos sigan haciéndole la guerra a la Iglesia de Cristo, yo seguiría haciéndoles la guerra a ellos.

Explicaría en seguida a mi electorado que simplemente no me sería posible oponerme al pontificado más peligroso de la historia una vez aceptada la mano amistosa y la regularización de ese mismo pontificado, el mismo que ahora me declara «aceptable», un Vaticano que creo que Dios considera inaceptable.

Sin embargo, yo no soy obispo. Conozco y respeto al obispo Fellay, y estoy más que seguro que está haciendo precisamente lo que él cree que es lo mejor para la Iglesia. Es un sacerdote bueno y santo. Mas, tendrá que ser paciente con sus obstinados hijos —dentro y fuera de la Sociedad— que temen que sin la «red de seguridad» que es la FSSPX , el futuro de la contrarrevolución católica, como un todo, puede estar en peligro. La Fraternidad de San Pedro no es la única institución que prospera a la sombra de la FSSPX (algunos la llaman la «póliza de seguro»). A través de los años muchos de nosotros cobramos el valor y la inspiración necesarios para mantener la fe y la lucha sabiendo que seiscientos sacerdotes y un millón de fieles se mantenían firmes en contra de un Vaticano diabólico y desorientado.

No me parece que la Fraternidad de San Pío X requiera «regularización» para alcanzar plena comunión dentro de la Iglesia de Cristo; pero me temo que el Vaticano si podría estar sufriendo de una falta de regularización.

¿Qué debe hacer el obispo Fellay? Sinceramente no lo sé. Ruego que Dios lo guíe y lo haga inmune a las seducciones del romanismo. Bien puede ser que la voluntad de Dios sea que la FSSPX llegue a un acuerdo con el Vaticano que a su vez de entrada a una nueva era de restauración tradicionalista desde dentro. Esto es difícil de imaginar, sin duda, pero no conocemos las sendas de la Providencia y no debemos interponernos en su camino tampoco. ¿Qué sabe uno? Es posible que ya se haya llegado la hora. Debemos orar para que en efecto así sea, rogar a Dios que utilice la regularización de la FSSPX (si es que el rumor se convierte en realidad) para que la tradición florezca una vez más en el corazón de la Iglesia y que promueva una verdadera restauración, como las reformas de Cluny del siglo XI.

Por otro lado, una apropiación del Vaticano de la fraternidad sacerdotal más grande de la contrarrevolución católica en la víspera de la creación de un nuevo orden mundial ateo podría ser todo menos la voluntad de Dios. Cualquier estudioso de la naturaleza humana sin duda encontraría difícil comprender por qué los modernistas del Vaticano desearían aprobar una orden mundial de sacerdotes tradicionalistas que se dedicarían a oponerse vigorosamente a la agenda del Vaticano en todo el urbe. Parecería, al menos, un acto contradictorio de su parte y deja a muchos preguntándose ¿qué motivo puede tener el Vaticano que sea honesto?

Hay que recordar que el Vaticano ha logrado éxitos sorprendentes minando a la Iglesia: la Misa latina tradicional era la única Misa en el Rito romano hace cincuenta años. Ya saben cómo evadir el problema de la Misa, eso está ya comprobado. Lo que les parecen más preocupante, por ahora, es una resistencia insobornable, organizada y pública a su agenda. Nos devolverán la Misa mientras que la boca permanezca cerrada y la contrarrevolución vigorosa sea abandonada.

Y mientras consideramos el futuro del movimiento tradicional católico y oramos por la inspiración del Espíritu Santo en cuanto a la dirección de la FSSPX, fijemos la mirada al pasado y recordemos cómo fue que empezó todo esto: con una revolución sin precedentes en la Iglesia que causo que hombres buenos siguieran a Pablo y resistieran a Pedro cara a cara. He aquí una carta abierta al Santo Padre de Mons. Lefebvre y del obispo Castro-Mayer de hace casi treintaicinco años. Jamás debemos olvidar los sacrificios de estos hombres nobles, que se convirtieron en parias en la Iglesia de Cristo por el bien de Cristo mismo.

Michael Matt

(Traducido por Enrique Treviño. Artículo original)

***

Carta abierta al Papa (manifiesto Episcopal)

Rio de Janeiro, 21 de noviembre de 1983

Santo Padre:

Permítanos Su Santidad presentar de manera absolutamente filial las siguientes consideraciones:

Durante estos últimos veinte años la situación en la Iglesia es tal que parece una ciudad ocupada.

Miles de miembros del clero y millones de fieles viven en un estado de angustia y perplejidad debido a la «autodestrucción de la Iglesia». Están siendo lanzados a la confusión y al desorden por los errores contenidos en los documentos del Segundo Concilio Vaticano, las reformas postconciliares, las reformas litúrgicas especialmente, las nociones falsas difundidas en documentos oficiales y los abusos de poder perpetrado por la jerarquía.

En estas circunstancias angustiantes, muchos están perdiendo la fe, la caridad se ha tornado fría y el concepto de la autentica unidad de la Iglesia en el tiempo y en el espacio está desapareciendo.

En nuestra capacidad como obispos de la Santa Iglesia católica y sucesores de los apóstoles, nuestros corazones se sienten abrumados al contemplar, por todo el urbe, las muchas almas que están desconcertadas y sin embargo deseosas de mantener la fe y la moral que ha sido definida por el Magisterio de la Iglesia y enseñada por ella de manera constante y universal.

Nos parece que permanecer en silencio en estas circunstancias sería convertirnos en cómplices de estas obras perversas (cf. II Jn II).

Por estas razones, y considerando que todas las medidas que hemos emprendido en privado durante los últimos quince años han permanecido ineficaces, nos vemos obligados a intervenir públicamente ante Su Santidad para denunciar las causas principales de esta trágica situación y suplicar a Su Santidad usar su poder, como Sucesor de Pedro, para «confirmar a sus hermanos en la fe» (Lc 22,32) que nos ha sido fielmente transmitida por la tradición apostólica.

Con ese fin adjuntamos a esta carta un apéndice que contiene los errores principales y el origen de esta trágica situación y que, además, ya han sido condenados por vuestros predecesores.

La siguiente lista describe estos errores, mas no es exhaustiva:

1. La noción «latitudinaria» y ecuménica de la Iglesia —dividida en su fe— condenada en particular por el Syllabus, Nº 18 (DS 2918)

2. Un gobierno colegiado y una orientación democrática en la Iglesia, condenada en particular por el Concilio Vaticano I (DS 3055).

3. Una noción falsa de los derechos naturales del hombre, que aparece claramente en el documento sobre la Libertad Religiosa [del Vaticano II] y fue condenada en particular por Quanta Cura (Pío IX) y en Libertas praestantissimum (León XIII) .

4. Una noción errónea del poder del Papa (cf. DS 3115).

5. Una noción protestante del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, condenada por el Concilio de Trento, Sesión XXII.

6. Por último, y de manera general, la propagación profusa de herejías, caracterizada por la supresión del Santo Oficio.

Los documentos que contienen estos errores causan una inquietud y un desorden tanto más profundos cuanto que provienen de una fuente tan elevada.  El clero y los fieles más conmovidos por esta situación son, por otra parte, los que están más apegados a la Iglesia, a la autoridad del sucesor de Pedro y al Magisterio tradicional de la Iglesia.

Santísimo Padre, es urgente y necesario que esta confusión llegue a su fin, porque las ovejas se dispersan y las ovejas abandonadas siguen ya a mercenarios. Le rogamos, por el bien de la fe católica y por la salvación de las almas, reafirmar las verdades contrarias a estos errores, las verdades que la Iglesia ha enseñado durante veinte siglos.

Es con el ánimo de San Pablo ante San Pedro, cuando aquel le reprochó no haber seguido «la verdad del Evangelio» (Gl 2,11-14), con el cual os hablamos. Su propósito no era otro que proteger la fe del rebaño.

San Roberto Belarmino, expresó un principio moral general en este caso, afirmando que uno debe resistir al pontífice cuya acción sería perjudicial para la salvación de las almas (De Rom. Pon. 1,2,x.29).

Es entonces con el propósito de asistir a Su Santidad que proferimos este grito de alarma, que se vuelve aún más urgente por los errores, por no decir herejías, del nuevo Código de Derecho Canónico y por las ceremonias y discursos con motivo del quinto centenario del nacimiento de Lutero. Sinceramente, hemos llegado al límite.

Que Dios venga en vuestra ayuda, Santo Padre; oramos sin cesar por vos a la Bienaventurada Virgen María.

Dígnese a aceptar nuestros sentimientos de filial devoción.

Firmado: Mons. Marcel Lefebvre
Seminaire International S. Pie X
Econe 1908 Riddes (Suiza)

Firmado: Mons. Antonio de Castro-Mayer
Rua Riachuelo 169
C.P. 255 28100 Campos (RJ) – Brasil

Michael Matt
Michael Matthttp://remnantnewspaper.com/
Director de The Remnant. Ha sido editor de “The Remnant” desde 1990. Desde 1994, ha sido director del diario. Graduado de Christendom College, Michael Matt ha escrito cientos de artículos sobre el estado de la Iglesia y el mundo moderno. Es el presentador de The Remnant Underground del Remnant Forum, Remnant TV. Ha sido Coordinador de Notre Dame de Chrétienté en París – la organización responsable del Pentecost Pilgrimage to Chartres, Francia, desde el año 2000. El señor Michael Matt ha guiado a los contingentes estadounidenses en el Peregrinaje a Chartres durante los últimos 24 años. Da conferencias en el Simposio de Verano del Foro Romano en Gardone Riviera, Italia. Es autor de Christian Fables, Legends of Christmas y Gods of Wasteland (Fifty Years of Rock n' Roll) y participa como orador en conferencias acerca de la Misa, la escolarización en el hogar, y el tema de la cultura, para grupos de católicos, en forma asidua. Reside en St. Paul, Minnesota, junto con su esposa, Carol Lynn y sus siete hijos.

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